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Las condiciones de la ciudad son deplorables tras cada aguacero. No es una noticia “nueva”: cada invierno nos devuelve a la triste realidad de que no hay condiciones, planes ni proyectos para asegurar el bienestar de toda la población.
En el centro se observan obras que se inundan porque los huecos, zanjas y canales están abiertos y sin ninguna protección o prevención para esta temporada. Lo mismo sucede en las zonas adyacentes al río y al estero. Ahí se nota con más fuerza esa ausencia de planificación y obra para paliar los efectos del invierno y de la marea.
La respuesta del alcalde guayaquileño a las críticas del Primer Mandatario y de muchos ciudadanos que se expresan como él ha sido política: “No saben cómo administrar esta ciudad”, “No conocen lo que es vivir en Guayaquil”. Palabras más, palabras menos, por ahí solo revela que frente a la realidad el alcalde se siente impotente y carente de argumentos.
Lo cierto es que la ciudadanía es la única afectada por esa ineficiencia administrativa. Hay prioridades y la planificación está para eso. No es posible abrir canales y mucho menos repavimentar sabiendo que, llegado el invierno, todo eso se va al traste. No es concebible que se lo haga a propósito, pues si fuese así habría un gasto inexplicable y un costo irrecuperable. La previsión está en manos de los mandos medios y sobre ellos pesa una autoridad ni siquiera legal sino política que impone unas acciones concretas.
Es lamentable ver cómo se inunda la ciudad y que no haya una sola acción que indique que el próximo año no volverá a ocurrir algo parecido. Al contrario, ya parece una resignación crónica para seguir, todos los años, soportando el mismo drama. Si la ciudadanía asumiera políticamente esta situación y denunciara al Municipio por su inacción no habría plata del mundo que pudiera ayudar al Municipio a soportar tantas demandas.