Publicidad
A las grandes empresas y corporaciones, así como a los suculentos capitales, no les importa para nada una Constitución nacional. Para ellos importa el dinero, los negocios y las ‘libertades’. Para nada les preocupa la integración, mientras no sea para favorecer sus inversiones. Por eso lo ocurrido ayer en Brasil también apunta a algo que se ha trabajado desde hace algún tiempo ya: minar la integración regional, hacer de ella solo una plataforma para los intereses de las grandes corporaciones y dejar de lado la soberanía como un valor supremo de nuestras democracias. Con lo ocurrido en Brasil se frotan las manos quienes ya dijeron que eran sueños y utopías sin sentido la consolidación de instituciones propias de América Latina, como la Unasur y la Celac. Claro, cuando son en Europa o Asia, o el ALCA o la Alianza del Pacífico, cuyo espíritu es de absoluto orden comercial, esa integración es aplaudida. Más allá de la consideración política de que fue un golpe contra la primera presidenta, legítima, con sobrados méritos por su militancia y honestidad, también hay un claro afán de congelar el sueño de Bolívar. (O)