Resultó muy interesante escuchar al presidente reelecto de EE.UU., Barack Obama, en el acto de posesión y juramentación. Apenas duró 17 minutos y en ese lapso hizo -entre otras- tres puntualizaciones que advierten un giro en su visión sobre lo social (tema migración y orientación sexual) y una reafirmación en su postura hegemónica frente al planeta. Con lo cual, es posible que, en los próximos días o meses tengamos a la vista políticas y acciones que revelen el contenido de esas visiones.

Si Obama dice que su país no se puede sentir satisfecho mientras un homosexual no sea tratado con respeto y no haya una clara política para quienes arriban a su territorio a trabajar, entonces lo obvio sería esperar políticas muy claras, desde su condición de Jefe de Estado, para favorecer a esos sectores.
Por supuesto, un mandatario reelecto, que sabe que en cuatro años deja el poder, tiene una enorme ventaja: lo que decida ya no cuenta para nada en otros planes electorales, salvo si quiere que su vicepresidente (como ya ha ocurrido en EE.UU. con otros mandatarios) tome la posta. Y por eso lanza propuestas que quizá en un primer período no tuvieron el mismo impulso ni impacto.

Sí preocupa, en cambio, que en la política exterior Obama no haya ni siquiera insinuado una relación menos hegemónica, invasiva y hasta entrometida en las soberanías de otros países. Se nota que ahí, cualquier presidente, reelecto o no, sabe que tiene unos límites impuestos por esos “poderes fácticos” que son la industria armamentista y las grandes corporaciones financieras.

Por lo mismo, en el futuro no nos sorprenda que tengamos nuevos planes para “invadir” países e instaurar “democracias” al estilo gringo. Y siendo así, Obama habrá perdido la oportunidad de decirle al planeta que su colaboración con el resto de naciones para superar la pobreza, sobrepasar la crisis financiera mundial y generar un mundo menos vertical es un punto pendiente de la agenda política más compleja.