Publicidad
El deporte ha traído grandes noticias al país en estos días. Las medallas recientemente conquistadas demuestran lo mejor de los ecuatorianos. Y esos valores deben ser explotados.
La única medalla de oro olímpica del país, la de Jéfferson Pérez, inyectó un sentimiento nacional de orgullo que nos solidifica como sociedad. Lo mismo ocurrió cuando la selección de fútbol clasificó al Mundial.
Todas las sociedades cultivan a sus deportistas porque sus victorias consolidan el espíritu de nación. Por eso el Estado invierte, por ejemplo, en centros de alto rendimiento, para obtener ganancias que no pueden medirse económicamente.
El Gobierno ya incorporó a la marchista Glenda Morejón en sus programas de apoyo. Era una corrección necesaria y justa, pero vale la oportunidad para analizar estas iniciativas.
Es preciso que ningún deportista con capacidad se quede sin la protección del Estado. Solo así el país podrá traer preseas internacionales.
Las federaciones también deben mejorar su sistema para evitar que casos como los de Glenda vuelvan a pasar. Si ella, con un apoyo mínimo, obtuvo semejante triunfo, rectificando el error podría alcanzar niveles extraordinarios.