El desarrollo de la tecnología no va a acabar con la falta de ética y de responsabilidades concretas de las autoridades y funcionarios encargados del manejo del dinero público.

Una conducta contraria, por más herramientas y controles, por más que la plata esté expuesta, jamás lleva al robo ni al peculado. Miles de ciudadanos manejan recursos públicos y no tocan ni un centavo, pero por uno o algunos hay que colocar todos los candados y controles.        

De ahí que lo ocurrido con la Alcaldía de Riobamba, donde su titular ha sido apresado, es un símbolo de lo que se debe hacer para eliminar cualquier resquicio que lleve a cometer ilícitos y aprovecharse de la confianza ciudadana. Pero también es un hecho que nos revela ese afán inescrupuloso de mucha gente que ve en el dinero la única realización de su vida.

Nadie duda de que el dinero ayuda, pero tampoco es el fin de todo, porque  quienes lo buscan de esa forma lo hacen para enriquecerse, no son pobres, quieren consumir más, llenarse de lujos y supuestas comodidades.       

En esencia, hay un comportamiento marcado por una cultura donde el dinero ordena la vida y con él se hacen las cosas más inescrupulosas. Haber preparado todo para extraer trece millones de dólares no es algo simple: requiere de la conjunción de varias personas y de la complicidad de determinados funcionarios con la delegación de la confianza más delicada. Y en eso, hasta que el juicio lo pruebe o lo rechace, el alcalde tenía una responsabilidad enorme, por ahora política y pública que puede derivar en una de carácter penal.

Entonces, si bien es sintomático también nos ayuda a mejorar los controles, pero debería ayudarnos también para generar otro tipo de cultura, donde la modestia no se compare con pobreza y honestidad con ser giles. La plata pública se cuida con mucho más rigurosidad.