¿Cómo definir al cuento? Así, solo con esa pregunta, sin ninguna respuesta. Funcionaría como una búsqueda implacable por entender lo que están (y han venido) haciendo muchos escritores, de todas las latitudes del mundo, sobre este género narrativo. Flannery O’Connor, por ejemplo, decía que la “única manera, creo, de aprender a escribir cuentos es escribirlos, y luego tratar de descubrir qué es lo que se ha hecho…”.

Tiene mucho sentido que el cuento, tanto en la actualidad (ya que vivimos en una época breve y acelerada) como históricamente (pues es uno de los primeros géneros literarios que se lo práctica), haya ocupado un lugar muy especial en la vida de los lectores, ya sea por los mensajes que transmite, por la técnica fugaz que utiliza para contar las cosas, o por la aparente sencillez de su lenguaje. En todo caso, el cuento funciona como un misterio perturbador al que todos queremos desentrañar.

“Porque un cuento, en última instancia, se mueve en ese plano del hombre donde la vida y la expresión escrita de esa vida libran una batalla fraternal, si se me permite el término; y el resultado de esa batalla es el cuento mismo, una síntesis viviente a la vez que una vida sintetizada, algo así como un temblor de agua dentro de un cristal, una fugacidad en una permanencia”, decía Julio Cortázar.

La nueva edición de nuestro suplemento está dedicada especialmente a los vínculos que existieron entre la Guerra Civil Española y los intelectuales del Ecuador (cabe mencionar que la entrevista a Almudena Grandes reflexiona sobre la relación entre la escritura y el posfranquismo), pero también, y a manera de homenaje al cuento y al relato breve, dados los últimos acontecimientos surgidos en el plano de la literatura mundial, publicamos artículos sobre Alice Munro, Premio Nobel de Literatura 2013, y sobre Andrés Neuman, quien visitó nuestro país hace pocos días.

Prometemos que en una próxima edición de la revista abordaremos al cuento (y a sus principales exponentes) de una manera más profunda y extensa.