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El Telégrafo

Editorial

'El Chapo' solo reedita el patrón político de 'Don Pablo'

10 de enero de 2016 - 00:00

El planeta entero ya no sabe cómo afrontar el narcotráfico internacional. Los mayores expertos ofrecen una serie de políticas y medidas urgentes, pero los países más ‘desarrollados’ las dejan de lado porque solo tienen un modo de combatirlo: la guerra.

Si alguien, hace tres décadas, advirtió sobre la ‘colombianización de México’, no solo que tuvo toda la razón. sino que ahora, bajo la figura de ‘El Chapo’ Guzmán se reeditan los mismos problemas protagonizados por Pablo Escobar o por el modo que lo combatieron e intentaron doblegarlo, sin entender la lógica de su génesis real y social.

Las dos figuras no solo que son un factor de riesgo para el propio capitalismo que los creó, sino que -además- revelan al modelo con el que se ha desarrollado y sostenido este sistema en los últimos 40 años: consumo desmedido, ya incontrolable y hasta irreversible de drogas duras en los centros de poder económico y financiero de países como EE.U.U., algunos de Asia y en casi todos los europeos.

Es obvio que si la droga fuese para un mercado de consumidores pobres, jóvenes rebeldes o en crisis generacional no generaría tanto dinero ni conflictos bélicos. Lo grave es que el mercado de consumidores es grande y de alto poder adquisitivo. No solo hay una, sino decenas de películas estadounidenses que retratan el mercado de consumo de ese país. Algo parecido con Europa y con otros tintes y peculiaridades en Asia. Pero es cierto: el nivel de ingresos altos de los sectores pudientes sostiene y alimenta el narcotráfico mundial. No está en la misma proporción, pero no deja de existir en América Latina y en países como México, Brasil o Argentina.

Si la Cumbre de París intentó una salida al grave problema del calentamiento global, debería surgir ya una cumbre mundial para abordar, además del narcotráfico como delito, el consumo de drogas duras como un asunto de salud pública mundial, cuyo riesgo de colapso social requiere acciones concretas para evitar el surgimiento de nuevos y más poderosos ‘Chapos’ o Escobares, que ya los hay en buena medida en cada nación, avalados por una industria ‘cultural y de entretenimiento’ que los coloca en los altares del diálogo cotidiano, en la producción de audiovisuales, en la idolatría desde cierta fe iconoclasta.

Lo complejo es que ‘El Chapo’ reedita el modelo o patrón político de Pablo Escobar, pues sin la articulación a los poderes políticos y financieros de los principales países, no habrían logrado situarse en la cúspide de la atención mundial, gracias a su enriquecimiento incalculable. Los dos manejan los hilos de los verdaderos poderes para garantizar el flujo financiero de un negocio que no para y que aceita, además, la industria de seguridad, el armamentismo y el andamiaje burocrático de algunos organismos, instituciones, gobiernos, ONG y empresas privadas. La recaptura de ‘El Chapo’ solo es parte de un show mediático que no termina y que paradójicamente ocurrió mientras intentaba filmar una película que produciría millones de dólares por la difusión en miles de salas de cine. (O)

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