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EE.UU. y Rusia firmaron ayer un acuerdo que por ahora luce determinante, pero al cual habrá que dar seguimiento político, de modo que se haga realidad y concluya un conflicto que ya cuesta decenas de miles de víctimas y una cifra indeterminada de daños materiales. Hasta tanto, la oposición siria y el Gobierno de ese país avanzan en sus diálogos. El cese del fuego no es el único logro del Grupo Internacional de Apoyo a Siria que se reunió a principios de febrero en Múnich. Se acordaron también los suministros de ayuda humanitaria a Siria: primero a las regiones que necesitan asistencia urgente, incluida Damasco, y después a otras. En ese sentido, el hecho
-de hacerse realidad el 27 de febrero- constituye la mejor noticia de este año para la región y para el mundo. Y por lo mismo es clave considerar el rol de las dos potencias en su concreción. Si EE.UU. y Rusia contribuyen (ya no solo con sus buenos oficios) a la pacificación de la zona, ello conlleva también responsabilidades para no seguir alimentando a los grupos armados ni suministrando recursos políticos con los cuales se ha intentado derrocar al gobierno legítimo de Siria. (O)