Sale en la pantalla de televisión y sin vergüenza alguna dice: “A El Telégrafo nadie lo lee”. Con eso intenta desconocer una realidad para ofender a nuestros lectores y a las audiencias en general. Intenta acallar, cuando se pasa en todos los medios comerciales defendiendo la libertad de expresión y el respeto a la libertad de prensa. Lo hace, sin empacho, pensando solo en “sus propias audiencias”. Invalida la diversidad y niega la realidad más evidente para sus intereses.

Si abogado como es (lo cual implica que debería conocer lo que dice la Constitución y las leyes) nos prueba que nadie nos lee, que somos un medio que no sirve para nada, debería publicar en este mismo periódico los argumentos y las cifras de lo que los otros diarios venden, circulan o regalan. Esos periódicos, que lo entrevistan para decir que no hay libertad de expresión y que le dan excesivos espacios para sustentar demasiadas mentiras, sí necesitan un baño de verdad ante sus lectores y ante el mismo abogado de Fundamedios.

Lo lamentable es que ese entrevistador que le deja decir esas falsedades no tenga un mínimo de respeto para la inteligencia humana y, además, no haga ninguna pregunta para que demuestre lo que dice un abogado de la República del Ecuador.

Por cierto, como abogado de Fundamedios, no podíamos esperar otra cosa. Ese mismo abogado que se llena la boca de mentiras es el que defiende a una organización que no ha probado hasta ahora, ni privada ni públicamente, cómo es que en El Telégrafo ordena sus ediciones el Presidente de la República, como se atrevió a decir su director, el mismo que fue desenmascarado en Buenos Aires por un periodista que, siendo de izquierda, no tiene empacho en ser crítico con el proceso político que vive el continente.

De todos modos, el abogado de la supuesta organización de defensa de los periodistas queda invitado a nuestras instalaciones para que les diga a periodistas, editores, fotógrafos, diseñadores, operadores, distribuidores y todo el personal cómo es que trabajan para un diario que nadie lee. Y ahí, como abogado, podrá decirnos con absoluta frontalidad y honestidad si puede sostener sus criterios ante una pantalla de televisión y ante entrevistadores que le sirven de corifeos de sus mentiras.