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El 1% más rico del mundo ya posee tanta riqueza como el resto de los habitantes del planeta, informó ayer la organización sin fines de lucro Oxfam. Y salta este dato cuando en el mundo se aboga por una mayor redistribución de la riqueza y la necesidad de políticas para evitar todos los procesos de precarización social, cultural y económica.
De hecho, la misma entidad exhorta a los gobiernos a implementar medidas que reduzcan la influencia del cabildeo en la toma de decisiones y para disminuir los precios de las medicinas, se impongan impuestos a la riqueza y no al consumo y para que se use el gasto público para frenar la desigualdad. Todas estas medidas se han discutido en Ecuador y ya sabemos la reacción de las élites políticas, empresariales y mediáticas. Ya no se trata de un asunto local, globalmente adquiere impactos y efectos graves para la misma sobrevivencia de la democracia y para el desarrollo de todas las naciones, no solo de unas en particular.
Pero al mismo tiempo destaca cómo se han construido esas fortunas: con base en la existencia de líderes y gobiernos inclinados al gran capital y al enriquecimiento de unos pocos. (O)