La situación de Egipto resulta compleja. Si bien la salida ha sido el derrocamiento de su gobernante, aparentemente la respuesta a esa crisis no traerá la paz necesaria, y menos los cambios requeridos.
El general Abdel Fatah al Sisi, considerado el hombre fuerte de la nación y quien generó la “solución” política, resucita las banderas de la polémica desatada hace dos años bajo la consigna “el pueblo y el Ejército unidos", que llevaron a la crisis que -parece- no toca fondo.
No olvidemos que Adly Mansur, el nuevo presidente de Egipto, como juez, derrumbó la legislación que impedía ser candidatos a los políticos del antiguo régimen.
Por lo pronto, lo único que se pide es cesar la violencia y garantizar los derechos humanos de los ciudadanos, sin distinción.