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El 15 de febrero pasado, en Pereira, se reunieron los presidentes de Ecuador, Lenín Moreno, y de Colombia, Juan Manuel Santos, en el gabinete binacional, un mecanismo de integración y cooperación que permite a los mandatarios de los dos países pasar revista a los temas de interés común, en compañía de sus ministros. Aquella cita llegó luego de que a finales de enero un coche bomba estalló en el destacamento policial de San Lorenzo, en Esmeraldas.
En ese contexto, los gobernantes alcanzaron acuerdos. Quito necesita que Bogotá se involucre en su frontera sur, donde colinda con la ‘Provincia Verde’, pero también con Carchi, Imbabura y Sucumbíos. Ese espacio fue campo de acción durante años de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Con la firma del acuerdo de paz, esta guerrilla fue desmovilizada, pero el vacío que dejó en el territorio lastimosamente no ha sido cubierto por el Estado colombiano.
Como consecuencia de aquello, disidentes del grupo armado y narcotraficantes se han aliado para controlar la zona. En Pereira, Santos se comprometió a fortalecer la presencia militar en el sur de su país. Pese a la promesa, esta semana, tres militares ecuatorianos murieron en una trampa.
Este es un problema bilateral que se solucionará solo si ambos países hacen su parte. Ecuador ha llevado servicios a la frontera norte y ha intensificado la presencia de su fuerza pública. Colombia aún tiene trabajo pendiente, no solo es necesario organizar operativos para atrapar a los responsables de la violencia en Esmeraldas, se necesita que en la zona establezca la presencia permanente de soldados y policías. Solo así la cooperación dará frutos.
¿De qué sirve que Ecuador movilice tropas si los delincuentes atacan y se refugian en el hermano país? De ahí la urgencia de la permanencia estable de efectivos colombianos, para que puedan cooperar con los ecuatorianos. De esta manera sería posible organizar acciones conjuntas, compartir información y cercar al narcotráfico. (O)