Para cuando estas líneas sean leídas, la agenda del presidente de la República islámica de Irán, Mahmud Ahmadineyad, habrá concluido, luego de una visita rechazada por sectores de oposición al gobierno de la Revolución Ciudadana, y por quienes aún consideran que toda disposición proveniente del norte del continente debe cumplirse sin objeciones. En efecto, los sectores más retrógrados encendieron las alarmas por temor al conflicto que Irán mantiene con Estados Unidos por el supuesto programa de enriquecimiento de uranio con fines militares que, hasta el momento, no se ha podido confirmar.
Ante la ofensiva, la cancillería defendió la visita protocolaria, ya que Ecuador es un país soberano y decide con quién mantener acercamientos políticos y económicos, pues estos grupos aún no entienden que Latinoamérica dejó de ser el patio trasero de la política estadounidense y el consenso de Washington. Nuestros abuelos decían, con la sabiduría acumulada por la experiencia: “Uno elige las amistades, no a los familiares”. Este es el principio y fundamento ancestral de la soberanía proclamada por los pueblos.
Las verdaderas razones de la cita entre los dos gobernantes constan en los acuerdos comerciales e hidrocarburíferos, pues Irán es el tercer país exportador de petróleo en el mundo, y segundo por sus reservas de gas.
De acuerdo al Banco Central del Ecuador (BCE), las exportaciones ecuatorianas a Irán representaron 975,59 mil dólares entre enero y noviembre de 2011; el 88,9% correspondiente al banano ecuatoriano de tipo Cavendish Valery. Sin embargo, estamos frente a un mercado potencial de ochenta millones de personas en territorio persa, dotadas de una fuerte capacidad adquisitiva. ¿Hay algo de malo en buscar otros horizontes para el crecimiento económico y político?