Los mandatarios reunidos en La Habana han dejado sentada una pregunta: ¿EE.UU. es ahora el patio trasero de América Latina? Por lo que se escuchó de boca de los países reunidos, parecería que sí. Y eso es producto de un complejo y duro proceso de ‘independencia’ frente a una hegemonía que no entendió el sentido de la soberanía y de la autodeterminación de los pueblos.
Pero hay algo más: los jefes de Estado de Ecuador, Venezuela y Bolivia evidenciaron con sus discursos y datos que, mientras más autonomía han ejercido, han verificado una mejor redistribución de la riqueza. A ello se suma una demanda: mientras más integración regional vivamos mucho más provecho político, económico y cultural redundará en la calidad de vida los pueblos y sus habitantes más pobres y excluidos.