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Los perfectos son los que no hacen nada: nunca se equivocan y ven los defectos de los demás como si de ellos (los perfectos) naciera la excelencia eterna. Cuando ejercen cargos, los abandonan con justificaciones moralistas. El ‘deber ser’ es su máxima y turbina. ¿Y el qué hacer? ¿Y el asumir los riesgos del equívoco y hasta del error? Eso está bien para los que hacen. Por eso, cuando tuvieron chance de hacer, esquivaron el bulto y miraron para otro lado. Por eso, ahora, cuando se hace realidad un anhelo de décadas, salen a los medios a decir de todo y hasta sustentar teorías e hipótesis que no expresaron cuando tuvieron el cargo y la responsabilidad.
Ese ‘nanocriticismo’ con el inicio y desarrollo de Yachay vuelve sobre esos conceptos de que todo lo que no hacen ellos es malo.