El origen del significado de diáspora se remonta al éxodo y a la dispersión de judíos y se usa para calificar cualquier emigración masiva de grupos humanos hacia territorios desconocidos.

Es lo que ha ocurrido con venezolanos que han pasado por nuestro país -de los cuales aproximadamente 300.000 se quedaron- y es lo que está aconteciendo en estos días con alrededor de 4.000 hondureños que, desafiando el clima, han recorrido miles de kilómetros para llegar a México y ahora están a la espera de encontrar algún punto menos controlado para ingresar a Estados Unidos.

La emigración y luego la inmigración a un país no se produce solamente por razones de carácter político, también tiene que ver con la situación económica de las naciones. Muy pocas personas se sienten felices de tener que abandonar sus casas o sus tierras, lo hacen por razones que casi siempre tienen que ver con el hambre.

Se convocaron por redes sociales, se unieron y vencieron el primer obstáculo, el ingreso a Guatemala. Después llegaron a México de diversas formas: lanzándose a un río, buscando pasos clandestinos inhóspitos; mujeres con sus hijos pequeños en sus brazos, campesinos, albañiles, todos unidos y con alimentos que solo garantizaban no morir de inanición. Todos con una sola meta: llegar a Estados Unidos, un anhelo de mexicanos, centroamericanos y sudamericanos.

Huyen de la pobreza y de la violencia, pero en su peregrinaje han encontrado represión, han saltado desde puentes hacia ríos para evitar ser detenidos y nada hace suponer que se detendrán. Trump reacciona con la advertencia de que la ayuda rutinaria a Centroamérica será recortada sustancialmente porque los hondureños no se quedan en sus casas. La ayuda económica a Honduras es de $ 15 millones, a Guatemala $ 52 millones y a El Salvador $ 20 millones.

Dice Trump que los gobiernos no hicieron nada por impedir que sus ciudadanos emigren y que esto es aprovechado por sus opositores demócratas con fines electorales; o sea, una historia política muy conocida. (O)