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La poesía es la manifestación de la belleza o del sentimiento estético por medio de la palabra, en verso o en prosa; y es el sentimiento más profundo que se expresa a través del lenguaje. No todos los escritores son poetas, y no todos los poetas logran esa profundidad y sensibilidad al contar o imaginar una experiencia de vida.
Ecuador ha tenido a los más grandes representantes de la prosa y del verso, pero casi todos han muerto; sin embargo, hasta el domingo todavía teníamos a Efraín Jara Idrovo, que falleció en su Cuenca natal a los 92 años. En el ámbito de las letras –y en general en toda la sociedad– la muerte de Jara Idrovo causó una enorme conmoción; su incomparable lírica causaba diversos estados de emoción, especialmente por la poesía dedicada a su hijo, que decidió morir antes de llegar a la adolescencia.
Gran parte de su vida la pasó en el Archipiélago de Galápagos, en la isla Floreana, antes de que se convirtiera en un destino turístico, antes de que se contaminara y cuando todo era silencio o solo murmullo del mar y canto de aves.
La muerte del hijo marcó la vida de este cuencano que trascendió fronteras. Eso ocurrió en 1974 y lo deja registrado en uno de sus más prolíficos poemas, “Sollozo por Pedro”, estructuras para una elegía, que comienza así:
el radiograma decía
“tu hijo nació. Cómo hemos de llamarlo”
yo andaba entonces por las islas
dispersa procesión del basalto
coágulos del estupor
secos ganglios de la eternidad
eslabones de piedra en la palma del océano
rostros esculpidos por el fuego sin edad
soledad...
Este medio público expresa a la familia de Jara Idrovo un sentido pésame, lo mismo a Cuenca y a sus ciudadanos, por la pérdida de su poeta insigne. (O)