Durante tres días, 55 barrios de la capital de los ecuatorianos no tendrán abastecimiento de agua potable. Las razones que expone el Municipio es la realización de obras, pero por nada del mundo se justifica que sean tres días, durante el fin de semana, cuando las familias están en sus casas y el consumo del líquido vital aumenta. Además, no se han establecido planes de contingencia, tanto para las obras que impiden el abastecimiento de agua, como para los pobladores de las zonas afectadas.

Y eso llama poderosamente la atención después de una ‘sesión solemne’ donde se dibujó un panorama administrativo casi idílico de Quito. Cuando ocurre este tipo de cosas, en el imaginario popular se regresa a ese pasado de cortes de luz, de tanqueros y negocio del agua, limitaciones y una vida bastante precaria.

Por lo mismo, tal como ocurre en Guayaquil, no estaría mal hacer de esto un debate de fondo: el abastecimiento de servicios básicos es un derecho y garantizar su prestación es tarea de los municipios. Por lo tanto, deben tener los programas de emergencia para, por ejemplo, dotar de agua por algunos medios y mecanismos o, por otro lado, planificar mejor las obras. (O)