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Las nuevas acciones que llevan adelante las autoridades ecuatorianas para poner al descubierto la trama íntima de la gran red de corrupción orgánica, cuyo ‘modelo de negocios’ giró alrededor de las múltiples actividades que realizaba la estatal Petroecuador, generan sorpresas y revelan no pocos matices de forma y, sobre todo, de fondo.
Los allanamientos ocurridos el último fin de semana en Guayaquil, aparte de la gran cantidad de información y evidencias, muestran, en un primer momento, la magnitud de los intereses en juego, ciertos entrelazamientos políticos de viejo y nuevo cuño, y el carácter multimillonario de las operaciones delictivas que, en apariencia, han desbordado todos los límites conocidos, incluyendo una serie de sofisticados sistemas de lavado de activos, etc.
En este punto del proceso, política y técnicamente no cabe poner reversa. El Gobierno ha dado fuertes señales de enfrentar a la corrupción. Ahora el país espera resultados concretos. (O)