Los estadounidenses están abatidos y pesimistas por el presente y  el futuro de sus instituciones. El clima de desconfianza hacia la vieja estructura política bipartidista apunta al Congreso y sus representantes como únicos beneficiarios del poder encomendado a través del voto.

El repudio hacia este organismo ha venido creciendo desde hace más de dos años y esa cadena de resentimientos se debe a la falta de respuestas de quienes se han apoderado de las instituciones democráticas.

Este sentimiento, que ha logrado romper las fronteras, es idéntico entre las fuerzas de extrema derecha pobre de Europa y EE.UU., así como de los sectores más golpeados por la crisis. 

Una encuesta del diario The New York Times y la cadena CBS, realizada la semana pasada entre 650.000 personas adultas, demostró que el 75% de las personas cree que el país va por el  rumbo equivocado, y el 66% que la distribución de la riqueza es injusta, algo que defiende con fuerza el grupo Ocupa Wall Street (Occupy Wall Street).

El 25% de la población tiene una opinión favorable sobre este movimiento y un 46% estima que las reivindicaciones del grupo son las de la mayoría. Pero  solo un 9% está de acuerdo con la actuación de los legisladores,   un 10% respalda al Gobierno y el 89% desconfía de las decisiones tomadas por el presidente Barack Obama.

Las cifras demuestran que la imagen del estadounidense bonachón y con pinta de niño grande, como la identificaba el cantautor Piero en la canción “Los americanos”, en la década del 80, se ha deteriorado en los últimos años, y sus temores se concentran en China. Republicanos y demócratas demandan más proteccionismo y un peligroso aislacionismo que nunca antes  tuvo eco en un país en el que la guerra fue la fórmula para salir de los problemas.

Ahora campea el temor por lo que puedan decidir las autoridades y se han volcado a defender las tesis de grupos contrarios al poder estatal. El Presidente de los EE.UU. opina que la gente está frustrada y lo expresa de varias maneras: el movimiento Ocupa Wall Street representa una creciente impaciencia… Su activismo es inspirador y recuerda otro período, durante los 60, cuando la gente decidió también decir un “ya basta”. Y el cambio llegó.