La polarización de fuerzas contrarias al régimen y el atrincheramiento político solamente revelan que alguien se siente amenazado y dispuesto a sacrificar sus intereses por revertir el escenario en el que sus actuaciones han sido, históricamente, lamentables.

Y no es que la sociedad esté en peligro; lo que temen es por sus intereses y privilegios que, al margen de la desnudez en que han quedado luego de casi cinco años de gobierno, corren el riesgo de ser anulados por decisión popular.

Esta es la prisa que se percibe en los últimos días por levantar barricadas en diferentes espacios, con el apoyo mediático privado que suena clarines para alertar  que los derechos humanos, entre ellos la libertad de expresión, están en peligro de extinción.

Pero lo que los medios internacionales de prensa muestran con nerviosismo, porque no lo pueden ocultar, es el colapso del capitalismo y el dogma del mercado en Europa y en los Estados Unidos. Las alarmas encendidas por las calificadoras de riesgo y las recetas de los organismos multilaterales de crédito lo único que han hecho es anunciar la “muerte cerebral” de un modelo concebido para esquilmar a las mayorías globales en un enfermizo ejercicio por multiplicar las fortunas y excesos de unas cuantas aves de rapiña.

Esta es la verdad de la milanesa y no la de los partidos opositores que acusan al Gobierno de pretender destruir la filosofía de algo que ya no tiene piso. Pero si se hacen los desentendidos o pretenden ignorar la dinámica social, el mundo está ingresando en una era en la que la canción de los 60 titulada “La tortilla”, cantada por quienes éramos estudiantes universitarios, por fin empieza a tomar la forma de una utopía consumada.

Los “patriarcas de la componenda” que aún viven deben recordar la letra como si hubiera sido una broma: “Cuándo querrá el Dios del cielo que la tortilla se vuelva, que los pobres coman pan, que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda…”.

Así que armen nomás sus frentes de batalla, que los de abajo tenemos conciencia de nuestros deberes y derechos, y hemos aprendido a defender lo que ha conseguido la Revolución Ciudadana.