Solamente en Ciudad Juárez se perdieron, a partir del 2000, más de 100.000 empleos por las maquiladoras que levantaron sus maquinarias en busca del sueño americano extraviado entre la mano de obra de $ 90 mensuales que flota en las emprendedoras urbes de China. Con el Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos y México, todo parecía marchar según lo convenido; el Gobierno de Beijing, incluso envió a esta ciudad fronteriza con los EE.UU. un equipo para estudiar la experiencia.

El atractivo se reflejaba en que, después de su vecino, México era el país con el mayor número de TLC en el mundo, aparentemente la mejor oportunidad para el comercio exterior, con un mercado potencial superior a los mil millones de consumidores.

Hace tres años, cuando Washington firmó el TLC con Perú, las expectativas obligaron al presidente Alan García a decir que su país caminaba hacia las ligas mayores de la economía mundial. Sin embargo, tres años después de su vigencia, el balance es negativo y los resultados desoladores, pues se ha convertido en importador de productos estadounidenses.

El 12 de octubre pasado, el Congreso de Estados Unidos aprobó  tres TLC con Colombia, Panamá y Corea del Sur que, según sus defensores, impulsarán las exportaciones estadounidenses en unos 13.000 millones de dólares anuales. El acuerdo con Colombia tiene una cláusula que renueva el Sistema de Preferencias Arancelarias Andinas (Atpdea) a Ecuador hasta el 2013.

No podemos ignorar que todo lo firmado crea un marco jurídico que solamente ofrece certidumbre a los agentes económicos extranjeros, como exportadores, inversionistas y consumidores. Y por lo que hemos visto, los sectores más afectados por la desgravación de aranceles y reducción de barreras para bienes extranjeros han sido los sectores productivos nativos de América Latina.

Por estas y otras razones, los principios de soberanía y equidad que proclama el Gobierno Nacional en sus relaciones comerciales con las grandes potencias tienen un inconmensurable componente de dignidad y prudencia ante las presiones de los vendedores de sueños que han hipotecado nuestro presente y futuro.