Publicidad
Los proyectos Naranjal y Cañar no solo constituyen un gasto, como algunos sostienen. Si fuese así no habría que hacer nada para pasar el ‘mal rato’ y solo esperar que suba el precio del petróleo. En la práctica, son aquellas obras tanto tiempo esperadas que generan un ahorro intenso porque previenen las tragedias que vivimos en el pasado y, al mismo tiempo, favorecen la producción en las zonas de influencia. Las obras mencionadas se suman al Trasvase Chongón-Santa Elena, Bulubulu, Multipropósito Chone y Daule-Vinces.
Y revelan una estrategia para transformar la realidad geográfica y económica de Ecuador. Paradójicamente, estas obras se inauguran en medio de una ‘crisis’ en las que los mayores críticos demandan ahorro y menos ‘gasto fiscal’. Está claro que este panorama nos brinda la oportunidad de mirar hacia el futuro y entender que la inversión en este tipo de proyectos (esperados por décadas) solo garantiza el desarrollo productivo de todo el país, no del Estado en particular. Por eso insistimos en que hacerlo revela también otro modo de gobernar. (O)