La situación provocada por la diseminación a través del planeta del nuevo coronavirus, bautizado covid-19, trastoca nuestra cotidianidad y genera miedo en la mayoría de nosotros.

Disposiciones de las autoridades, como evitar aglomeraciones, no acudir a eventos que quizás teníamos programados, no saludar de la forma en que acostumbramos o evitar automedicarnos resultan difíciles de seguir en todo momento; los hábitos son fuertes. A ello se suma la dinámica de la vida moderna, en la que el desarrollo tecnológico ha facilitado e incluso obligado al desplazamiento de las personas a grandes distancias por tierra, mar y aire.

Por ello, la contención del patógeno resulta complicada. Sin embargo, el acatamiento de las órdenes que buscan reducir, hasta eliminar, los contagios es la única manera en que podremos vencer el brote epidemiológico. Se trata de una tarea en la que debemos colaborar todos desde nuestra posición.

Una idea común señala que las crisis son fuente de oportunidades y permiten que las personas y las sociedades se fortalezcan. Para demostrar esto se pone como ejemplo el caso de países como los europeos, Japón o Corea del Sur, que se levantaron, siguieron adelante y progresaron luego de resultar asolados por el flagelo de guerras que los dejaron en ruinas.

Es de esperar, entonces, que la presencia de casos de contagio de coronavirus en nuestro país, incluida la primera muerte por esa causa, reportada el viernes, y los efectos negativos que toda crisis conlleva nos permitan que al final de esta situación salgamos fortalecidos en lo personal y comunitariamente.

Esto debe empezar con hechos simples, como informarse solo a través de cuentas oficiales y no atender a rumores maliciosos ni propagarlos; no dejarnos dominar por el pánico ante cualquier anuncio y evitar dejar desabastecidos supermercados, farmacias y ferreterías; y obedecer las disposiciones oficiales.

Atendiendo tan solo esas directrices contribuiremos a luchar contra el
covid-19 y fortaleceremos la respuesta colectiva a esa epidemia. (O)