Simplificar los procesos es tarea de un Gobierno responsable que aspira a impulsar el desarrollo del país con eficiencia y en menor tiempo de lo que tradicionalmente suele ocurrir.

Los desafíos tecnológicos, las reformas académicas en la educación superior, para responder a las necesidades de la población frente a la investigación científica y el mercado ocupacional; la depuración de leyes obsoletas, la reducción de trámites burocráticos en las dependencias gubernamentales y el manejo ético que debe caracterizar a los servidores públicos son algunos  de los logros en casi cinco fructíferos años de la Revolución Ciudadana.

Las políticas que impulsaron el cambio nacieron de una visión moderna de distribución de la riqueza, sin hipotecar a las agencias multilaterales de crédito la soberanía del Estado nacional, al que los sectores oligárquicos y los partidos políticos tradicionales -en otra época- lo tildaron de ineficiente, paquidérmico y capaz de causar destrozos con un ligero movimiento, para debilitarlo y conseguir la privatización de servicios y empresas públicas, a precio -literalmente- de huevo. Hoy, cuando unos cuantos voceros de los sectores más retardatarios se encuentran atrincherados en el Poder Legislativo, cualquier iniciativa destinada a remediar los males heredados la convierten en factor de desestabilización.

Ocurre con el proyecto de la Ley Orgánica Reformatoria a la Ley Electoral, o  Código de la Democracia, que ayer debía entrar al debate para volver más ágiles y simultáneos los procesos electorales para Presidente y Vicepresidente de la República, asambleístas, representantes ante el Parlamento Andino, consejeros y gobernadores regionales, sin considerar que la  reducción de tiempo permitirá que la segunda vuelta se realice en los siguientes cuarenta y cinco  días, en caso de que ningún binomio presidencial hubiese logrado mayoría absoluta, pero no será necesaria otra elección si quienes  ocupan el primer lugar tienen más del 40% de los votos y una diferencia mayor de 10 puntos sobre  el segundo.

¿No es sensata y mucho más justa la propuesta planteada para su discusión?