Lo hacen por motivos absolutamente electorales. Ya lo hizo León Febres-Cordero con su oferta de pan, techo y empleo; también Lucio Gutiérrez y Álvaro Noboa, Jamil Mahuad y Sixto Durán-Ballén, sin dejar de lado a Rodrigo Borja y a Abdalá Bucaram.

Cada uno a su modo, en tiempo de elecciones, adoptan sustantivos como pueblo, cambio, transformación, etc. Y con ellos llenan sus discursos y etiquetan sus banderas y afiches. Ahora hay nuevos actores de esa franja política y también, a su modo, adecuando a las nuevas circunstancias sus ofertas, usurpan las banderas de las izquierdas para proponer cambiar el Ecuador.

La diferencia es que los matices de sus discursos dejan ver las costuras de sus reales posturas y programas ideológicos. Cuando hablan de libertad no mencionan para nada los derechos para ejercerla, cuando mencionan libre mercado no apuntan en ninguna parte que esa libertad no puede rebasar los límites que impone la pobreza que reclama equidad y redistribución de la riqueza, sin ningún miramiento. Y así se desglosan las falacias que, de llegar al poder, se hacen evidentes en decretos, leyes y modelos.

Por eso no cabe ninguna duda de que ese centro (¿quieren decir con eso que son de algún modo neutrales?) no es sino la misma derecha moderada para afrontar negocios con intereses profundamente empresariales, muy poco populares. Y la derecha, la que ahora se identifica en un ex banquero y un bananero, se coloca como la “repartidora de riqueza”.

La pregunta es si en esa repartición no está oculta y hasta camuflada la recuperación de las ganancias que obtenían antes, cuando lo público no existía, cuando los impuestos no se pagaban y, sobre todo, cuando los derechos laborales y sociales solo eran una consigna electoral. De ahí que corresponde una mirada crítica sobre cada discurso que ahora dejan pasar los medios, sin ninguna reflexión ni polémica, pues se sintonizan con absoluta identidad, ¿verdad?