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Los miembros de la Organización de Estados Americanos (OEA), en particular el país donde está su sede, deberán pensar mucho antes de cuestionar, o por lo menos vetar, el pedido ecuatoriano de tomar partido sobre la actitud de Londres sobre el intento de ingresar a la embajada de nuestro país en la capital inglesa.
Obviamente, EE.UU. será el protagonista de la reunión del próximo viernes, pues, como dicen los abogados, anticipó criterio y “no reconoce” el asilo dado a Julian Assange por parte del Ecuador. ¿Hacía falta su consentimiento? ¿Alguien (Gran Bretaña, Suecia o Australia) le pidió opinión? ¿O como “árbitro” o convidado de piedra se siente en el derecho de opinar y hasta definir la política externa de cualquier país?
De todos modos, lo dicho y expresado por el primer ministro inglés David Cameron para bajar el tono al tema Assange revela algo que reafirma la actitud del Ecuador: ningún país puede atreverse siquiera a mencionar la posibilidad de entrar en la sede diplomática de otra nación, mucho menos a la fuerza y para arrestar a un ciudadano, sea de la nación que fuere.
¿Cómo interpretar el llamado de atención de Cameron? ¿Como una conducta muy inglesa para congelar el escándalo? ¿O es un motivo para reanudar los diálogos y buscar una salida a la situación de Assange? Si es lo último, Cameron tiene mucho por ofrecer al Ecuador, empezando por las disculpas y luego facilitando la solución de un conflicto que ni siquiera es diplomático, sino ante todo político, con una salida humanitaria.
A pesar de ello, Cameron también ha dicho que tiene la obligación legal de extraditar al fundador de WikiLeaks, pero no ha contemplado ni ha dejado entrever que la obligación legal también puede ser desestimada cuando hay motivos humanitarios de mucha mayor implicación. Entonces, por ahora habrá que esperar por la palabra de la OEA y actitud de Cameron.