Las cifras alarman a primera vista: la cocaína es consumida por entre 13 y 19 millones de personas. En 2010 las regiones con mayor prevalencia de uso son América del Norte (1,6%), Europa Occidental y Central (1,3%) y Oceanía.

En la realidad los datos hasta pueden confundir. Lo cierto es que el combate al narcotráfico, aparte de demandar ingentes recursos, de todos los gobiernos, no reduce el consumo en EE.UU. y en Europa. Por el contrario, aumenta considerablemente. Y eso, aunque suene irónico y hasta jocoso, no provoca que el GAFI u otros organismos incluyan en listas grises a esos países.

Por lo pronto, las cifras oficiales de la ONU dicen que unos 230 millones de personas, el 5% de la población mundial de 15 a 64 años, consumieron alguna droga por lo menos una vez en 2010, un nivel que se ha mantenido estable desde 2005. Además, los “consumidores problemáticos de drogas” suponen unos 27 millones de personas, el 0,6% de la población adulta mundial. Y también que cada año 200 mil personas mueren en el mundo por los efectos de las drogas.

Entonces, la lucha emprendida por los países del continente, en particular Ecuador, ha sido intensa, costosa, cargada de riesgos y hasta de malas interpretaciones. No está por demás señalar que cierta prensa y analistas han pretendido insinuar que este Gobierno casi que tapa y hasta es cómplice de los narcos. Y a pesar de ello, la gran lucha no está acá.

A pesar de la reducción considerable de la producción, el aumento de las capturas, las campañas de prevención y la pedagogía social que se desarrolla, en el Norte el consumo no se reduce. Es posible que la crisis económica europea afecte el nivel de consumo, pero en la realidad no hay signos de que sea considerable o significativo para el mercado. Pero igual, mientras en EE.UU. y Europa no exista una predisposición radical para combatir el ingreso de drogas y su consumo creciente, de nada servirá lo que se haga por América Latina.