La crisis de Venezuela. El éxodo de los venezolanos. La violación sistemática de los derechos humanos ejecutada por el régimen de Nicolás Maduro.

La degradación de la democracia en la República Bolivariana es el eje de la 49.ª Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA). El encuentro entre los representantes de los 38 Estados miembros se desarrolla del 26 al 28 de junio, en Medellín, Colombia.

“La región atraviesa por una situación delicada por la crisis en Venezuela”, enfatizó el secretario general del organismo, Luis Almagro. Por lo tanto, la situación de la otrora potencia petrolera es una prioridad en las discusiones. Las sesiones también giran en torno a innovación y multilateralismo entre las naciones.

La situación no puede desatenderse. Eso es evidente. La Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) han indicado que este 2019 los venezolanos son uno de los grupos de poblaciones desplazadas más grandes del mundo. Colombia acoge a alrededor de 1,3 millones; Perú, 768.000; Chile, 288.000; Ecuador, 263.000; Argentina, 130.000; y Brasil, 168.000.

Pero tampoco se puede desconocer y menos ignorar, desatender y normalizar las problemáticas compartidas. La realidad de Bolivia y Nicaragua abre otro punto de inflexión. Incluso la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, contraparte del gobierno de Daniel Ortega, denunció “la grave violación de derechos” en dicho país.

¿Qué decir sobre la represión y violencia del régimen orteguista que ha asesinado más de 535 personas, desaparecido a 1.300 y cerrado medios de comunicación? ¿Por qué no indignarse si desde hace años el gobierno de Evo Morales viola derechos humanos y libertades fundamentales, tiene presos y exiliados políticos e irrespeta la independencia de poderes?

Lo que pasa en Venezuela no es normal. Tampoco lo que sucede en los territorios donde el autoritarismo es el enemigo principal. (O)