Algunos asambleístas dejan que el pasado los revele y los someta. En algunos casos hasta producen escenas y cuadros fotográficos para el espanto, como ver juntos a miembros de la Izquierda Democrática y Sociedad Patriótica trabando alianzas, enarbolando consignas, para conquistar cargos, pero difícilmente juntos para asumir y resolver los problemas de la gente.

Hay otros que olvidan que el mundo no gira sobre su ombligo y que no fueron elegidos para pensar en su futuro personal, por más que hagan discursos y nos “doren la píldora” con sus moralismos y supuestos patriotismos. A la hora de la verdad, la ambición los grafica de cuerpo entero.

Y también hay otros asambleístas que han mostrado en estos dos años un alto grado de responsabilidad, entrega y trabajo cotidiano. Esos no son precisamente los que más salen en los medios y (como prueba el informe que publica hoy este diario) producen leyes de alto contenido jurídico, democrático y político que se aprueban con más de 100 votos, en promedio.

Por lo mismo, estos dos años muestran que la nueva institucionalidad de la Asamblea Nacional no solo requiere  políticos responsables sino también una carga efectiva de trabajo que demanda la ciudadanía y a la cual deben responder con eficiencia y no solo con discursos.

Esa carga debe nacer de mirar la realidad por encima de los cálculos electorales, obviamente.

Y si tanto se exige fiscalización, que  sea para juzgar políticamente a los actores políticos y no para reemplazar a los fiscales y jueces. Si los asambleístas que denuncian corrupción acudiesen más seguido y bien preparados a los jueces a poner denuncias penales, tendrían más tiempo para legislar y no desperdiciarlo en los medios y en el uso de recursos públicos para enaltecer su imagen como justicieros de oficio, pero sin beneficio.

La llamada “partidocracia” todavía no sale de las mentes de algunos asambleístas que reproducen prácticas que la gente reprobó. Les quedan dos años para superarlas en favor de la gente.