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Una semana de gobierno de Mauricio Macri y la devaluación acabó con el 50% del poder adquisitivo de los argentinos. Y la prensa privada y comercial de todo el continente calla.
En una semana se nombra a dos jueces vía decreto, sin pasar por la evaluación de la legislatura, y la prensa calla y todos los defensores y fanáticos del liberalismo ortodoxo miran hacia otro lado.
En una semana ocurren dos manifestaciones multitudinarias, una para defender la Ley de Medios y otra para rechazar la llamada ‘Macridevaluación’, y ninguna es titular de periódicos ni apertura de alguno de los noticieros de televisión de Ecuador.
¿Si todo aquello hubiese ocurrido en Venezuela, Bolivia, Brasil o Ecuador habríamos visto la hidalga conducta de los “demócratas por excelencia” que escriben con financiamiento externo y anclados a la lógica del aparato mediático conservador del continente?
Por supuesto que sí, con grandes titulares y una congoja agria. De paso, ¿cuánto despliegue tuvo la multitudinaria marcha de esta semana a favor de Dilma Rousseff?
Hablan de polarización y hasta de una confrontación innecesaria solo cuando les conviene. La polarización también surge por no colocar en la conciencia pública los hechos para que sea la ciudadanía la que saque sus propias conclusiones. Se trata de no ocultar, ¿y se declaran defensores acérrimos de la transparencia absoluta? Basta con leer el ensayo del filósofo coreano alemán Byung-Chul Han, La sociedad de la transparencia, para entender por qué apelan a ese valor los liberales ortodoxos. Claro, la transparencia es decirnos que la derecha empezó su conquista en América Latina y que todo lo que ella trae es libertad y mercado. Y en consecuencia, con esos dos elementos tendremos la felicidad absoluta y retomaremos el camino de la democracia plena. Pero no nos dicen por qué los beneficiados son nuevamente los grupos de poder y las élites económicas, empresariales y comerciales de, por ejemplo, Argentina, al trasladar los costos del ajuste a las capas medias y bajas.
Lo de fondo es que ahora entendemos para qué sirven los liderazgos fuertes, honestos y patrióticos. No necesitan del marketing vacuo ni de la sonrisa falsa, mucho menos del melodrama ni del moralismo conventual.
Los líderes de América Latina llegaron para cambiar la realidad y se enfrentaron cada día de su gestión con un poderoso aparato mediático y empresarial. Con todo eso lograron crear un framing (un encuadre de percepciones y una suma de estereotipos para interpretar de un solo modo la realidad) y han trabajado con ello todo este tiempo, tal cual lo hicieron en los largos años de la llamada Guerra Fría.
Argentina es el espejo donde ahora podemos vernos para saber lo que verdaderamente hay que hacer en los procesos de transformación de la región.
Los macristas, al usar el eslogan “cambiemos”, hicieron creer que mejorarían los procesos políticos progresistas, pero bastó una semana para saber qué sentido y significado tiene ese verbo para ellos. El reto está en las fuerzas sociales y políticas de vanguardia para entender todo lo que ahora toca hacer. (O)