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Barack Obama hizo lo que nadie se atrevía. Y ha reconocido que por más de 50 años el bloqueo a Cuba y esa política de hostilidad no sirvieron para nada. Por supuesto, habla como estadounidense. Sí sirvió para impedir un desarrollo económico y social mucho más hondo del que vivió la isla cuando existía el bloque socialista. Y también sirvió para sustentar una hostilidad mediática perversa, de la cual se hacen eco hasta ahora quienes se declaran liberales y ultrademocráticos.
Pero el paso dado solo tendrá sentido si se devuelve la base de Guantánamo y se acaba con el embargo. Y eso está en manos de los legisladores republicanos. Si no lo hacen, la historia se irá en contra de ellos.
Será su condena política porque, frente a los hechos y ante la decisión de Obama, ya no hay nadie que pueda mirar hacia atrás para cometer el mismo error. A la vez, hay otro elemento clave en esto: Obama abrió una puerta para que el mundo tenga otra mirada sobre Cuba y entienda que no solo la Guerra Fría quedó atrás, sino que lo único sensato ahora es la colaboración en proyectos comunes con un pueblo digno, educado y preparado para lo que sea. (O)