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El Telégrafo

El patrimonio arquitectónico, afectado por acción de grafitis

13 de noviembre de 2018 - 00:00

Quienes lo practican defienden el valor artístico de los grafitis, que es una composición pictórica realizada generalmente sin autorización en lugares públicos, de acuerdo con la definición de la autoridad lingüística. Más allá de los significados, de la defensa o de la crítica a este tipo de expresión popular, hay una realidad que es costosa: el Municipio de Quito, Patrimonio de la Humanidad, gasta alrededor de $ 1 millón anual en la restauración y limpieza de paredes de edificios y de diversas estructuras. Lo grave y preocupante de esta actividad es que de ese monto total, medio millón se destina a limpiar el centro histórico, especialmente las piedras con las cuales se edificó la ciudad desde la época colonial. Otro tanto se destina a limpiar paredes.

¿Cuál es la necesidad de pintarrajear aquella arquitectura que impresionó a la Unesco cuando otorgó el galardón de patrimonio histórico y cultural a la capital de los ecuatorianos? La investigación que presentó ayer este diario público no entra en el debate interminable acerca del valor estético o no que inspira a los grafiteros.

Igualmente, ¿cuál fue el afán que llevó a estas personas a pintarrajear algunos vagones del Metro de Quito?, un  sistema de transporte masivo y subterráneo que tanto dinero ha costado a los quiteños. Tras lo ocurrido con el tren subterráneo, mucho antes de que comience a funcionar, se inició lo que los grafiteros definen como una “persecución”, especialmente a quienes pintan en las vías públicas.

Ellos defienden la libertad de expresarse a través de los dibujos y de las leyendas que dejan plasmadas mediante aerosoles que penetran en la piedra y cuya restauración es compleja para que las formas de las fachadas y de las columnas no se deterioren. Como dice el propietario de un local que vende la pintura, “el grafiti es libertad, mi estilo de vida es la voz de rebeldía de muchos jóvenes”. Se respeta ese criterio, pero cabe señalar que la pintura daña los bienes patrimoniales, que no son de los grafiteros exclusivamente, sino de todos los ecuatorianos. (O)

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