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Las imágenes están ahí para probarlo: rayan el auto de quien no pita a su favor; agreden a una persona con discapacidad y le llaman mantenido por tener el bono; tratan de ratas y criminales a quienes votan por la 35; y así un largo etcétera. Eso debe ser motivo de estudio y análisis de psicólogos y/o sociólogos porque son esas personas precisamente las que hablan de un país dividido.
Las mismas intolerantes y racistas, homofóbicas y xenófobas. Pero no hablan de unidad y de conciliación nacional. Al contrario, llaman a incendiar Quito, impedir que la gente compre en las empresas de grupos y familias que ‘apoyan’ al Gobierno actual. Son las mismas que en la prensa privada niegan el uso de la palabra a quienes tienen una opinión distinta a la de la derecha ecuatoriana.
Estigmatizan por todo y juegan a una pureza moral de naturaleza ‘divina’. Si efectivamente están por la unidad, deberían reconocer al otro como un interlocutor válido y legítimo. Y, sobre todo, aceptar la voluntad popular, les guste o no. No se llama a la unidad dividiendo e injuriando, mintiendo e inventando crímenes o agravios. (O)