Si desde el exterior monitorean lo que hacemos o dejamos de hacer, lo único que se puede pedir, con rigor y un enorme sentido de soberanía, es que lo hagan con la mayor responsabilidad. Sin embargo, no estamos para soportar y asumir como hecho lo que no corresponde con la realidad.
La fundación Freedom House ha dicho -textual- que Ecuador ha bajado en la calidad de la libertad de prensa porque, entre otras cosas, en las últimas elecciones rigió una ley que “impidió la cobertura informativa”. ¿Eso es cierto? ¿Hay por lo menos un ecuatoriano que pueda afirmar que el proceso electoral no tuvo la cobertura de todos los medios de comunicación? Si eso es cierto, ¿cómo se informó la población, cómo se generaron tantos debates, editoriales, puntos de vista, entrevistas y comentarios sobre los candidatos y programas de gobierno propuestos?
Hasta para mentir hay que guardar las apariencias. Y eso en esta fundación ni siquiera se hace con la debida responsabilidad, aunque suene eufemístico.
La directora para América Latina de esa entidad, Viviana Giacaman, le ha dicho a un diario quiteño tremenda barbaridad, como si nada. Y acota un hecho todavía no ocurrido: la aprobación de una futura ley de comunicación.
En otras palabras, miente sobre algo que no ocurrió y habla de algo que todavía no ha ocurrido. Y a eso se añade que la prensa privada y comercial se hace eco. Asumimos que esos medios ejercen un oficio para hablar con la verdad, pero no, no lo hacen y se contagian del “fervor” escandaloso y tremendista de una ONG que se nutre de los datos de actores políticos y mediáticos opuestos a todo cambio social y dispuestos a mantener privilegios y prebendas de las empresas y grupos económicos que los financian.