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Editorial

Solo con la lectura se generará una sociedad (auto) crítica

En un informe del Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), se destacaba que el mundo de la producción, circulación y distribución de contenidos culturales (prensa, libros, publicaciones periódicas, música, cine y televisión) se está transformando aceleradamente, en un proceso que lleva más de 2 décadas, como resultado de la incorporación intensiva de las tecnologías digitales.

En el caso del mundo del libro, si bien la irrupción de las tecnologías digitales ha sido simultánea con la de otras áreas, es en la última década cuando el cambio de soportes de lectura (de lo impreso a lo digital) ha planteado singulares transformaciones en el sector,que no necesariamente han sido alentadoras. Por ejemplo, la participación de los libros electrónicos en las ventas totales del ramo, pese al rápido crecimiento en los últimos años, aún es baja. Es así como en Estados Unidos, en 2011, la participación en las ventas totales de libros llegó a 6,4%.

En Ecuador no existen cifras oficiales que muestren los impactos que ha tenido este cambio de soportes de lectura en los últimos tiempos, sin embargo, el Cerlalc lanzó datos sobre el consumo per cápita de libros durante 2011. El índice de lectura por persona en Ecuador fue el más bajo en América Latina: 0,5 libros por año lee en promedio cada ecuatoriano, según datos de la Unesco. Eso quiere decir que cada habitante lee la mitad de un texto, en el mejor de los casos.

Chile lleva la delantera con 5,4 libros leídos por año. Le sigue Argentina con 4,6 libros cada 365 días, Colombia lee 2,2 libros anuales. España tiene 10,3 por año. En contraste con estas cifras, el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC) presentó en octubre de 2012 indicadores en torno a los hábitos de lectura de los ecuatorianos, y determinó que el 73,5% de personas tiene la costumbre de dedicarle, por lo menos, 2 horas a la semana.

En todo caso, esas cifras son aún lamentables. Y el problema no solo radica en la falta de una política agresiva en el campo de la cultura y la educación. Todavía no se ha establecido un gran pacto nacional en el que la familia, los barrios, las comunidades, el gobierno y el sector privado articule estrategias para impulsar la buena lectura, esa que sí genera una sociedad (auto) crítica.

 

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