La aparición repentina de Marcelo Chiriboga en nuestro imaginario colectivo detonó cuando fue nombrado en un par de libros de los escritores José Donoso y Carlos Fuentes, uno chileno, otro mexicano, ambos integrantes de la corriente literaria conocida como el Boom latinoamericano. Era una pequeña burla de cuando cayeron en cuenta de que no podían listar a un autor ecuatoriano dentro de ese movimiento, dentro del cual figuras como Gabriel García Márquez, Julio Cortázar o Mario Vargas Llosa pusieron las miradas de todo el mundo a apuntar hacia esta región.

Pero la figura de Chiriboga es más que la anécdota de una burla —por cierto, de forma paralela a su aparición, corrieron también rumores sobre que el personaje estaría basado en un escritor ecuatoriano real—, es el testimonio de la desmemoria nacional. El hecho de que el mismo mito de Chiriboga no sea tan conocido dice mucho sobre la relación que tiene Ecuador con sus propios escritores. No solo que este es un país que no lee mucho, sino que de alguna forma estamos desarmados para presentar una defensa con nombres que reivindiquen la creación literaria al interior de estas fronteras. Pablo Palacio, por ejemplo, era combatido por los realistas sociales —encabezados por el grupo de Guayaquil: José de la Cuadra y compañía— por ser un autor cuya obra estaba más bien enmarcada dentro de una literatura urbana, cuando lo que estaba en boga era la literatura comprometida, militante. A Palacio, que hoy consideramos como un adelantado, lo empezaron a rescatar décadas después.

Ahora, un falso documental sobre Marcelo Chiriboga, en pleno estreno, nos hace volcar la mirada hacia ese mito, en una edición que convive con otra coyuntura: el Día Mundial de la Poesía. Dos amigos de la casa escriben sobre la lírica en un país donde se publican con diligencia muchos más poemarios de los que se leen. Además, nos acercamos a Krzysztof Kieslowski, a veinte años de su muerte, y presentamos una biografía del recién fallecido George Martin, el ‘arquitecto’ del sonido de The Beatles.