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El Telégrafo

Editorial

El fútbol y sus posibilidades infinitas de ser arte

El fútbol y sus posibilidades infinitas de ser arte
28 de marzo de 2016 - 00:00 - Editoriales

La Unión Soviética tenía un especial interés en el ajedrez: invertía muchos recursos en crear a los mejores jugadores del deporte ciencia. Así aparecieron poderosos ajedrecistas como Mijaíl Botvínnik, Vasily Smyslov, Mijaíl Tal, Tigran Petrosian, Borís Spassky, Anatoli Kárpov y Gari Kaspárov (solo por mencionar a los campeones mundiales). La URSS pretendía mostrarle al mundo, desde un insignificante tablero en que no se toman decisiones geopolíticas, que los comunistas formaban personas más inteligentes.

Al mismo tiempo en que la URSS mantenía su hegemonía ajedrecística, en América Latina también se vivían dictaduras, pero eran de otro tipo. Así que de otro tipo eran los intereses de estos jefes de Estado: yacían en el fútbol, el deporte más popular del mundo. El general Emílio Garrastazu Médici, que gobernó Brasil entre 1969 y 1974, basaba su propaganda en su selección. Era una apuesta ganadora, tratándose de la época de Edson Arantes do Nascimento, ‘Pelé’, campeón del mundo en México 1970. Pero al general no solo le interesaba el capital político de la gloria de su selección, tampoco quería comunistas jugando o dirigiendo el equipo, como cuenta el periodista brasileño Mário Magalhaes en su texto ‘Juego de la memoria’, publicado en Crecer a golpes, libro que recopila crónicas y ensayos latinoamericanos a propósito de los cuarenta años del golpe de Estado de Augusto Pinochet, y que reproducimos en este número.

Despreciado por Borges, respetado por Camus, amado por Sábato... El fútbol es así, de despertar pasiones. Y ahora que el mundo vibra al calor de las eliminatorias al mundial de Rusia 2018, en CartóNPiedra estamos dedicando este número al fútbol. Pero estos no son artículos meramente deportivos: aquí hablamos del deporte desde las perspectivas de las artes, la memoria, la literatura, el cine (y hasta rescatamos un precioso cuento de Horacio Quiroga), a través de una actividad que, como la religión —ya que estamos en Semana Santa— ha sido catalogada como “el opio del pueblo”, en una pelea interminable entre intelectuales de todas las latitudes. El opio está servido.

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