El esfuerzo de la FIL de Guayaquil por contar en su programa con la participación de J. M. Coetzee es un hito importante —e inédito— para la cultura del país: nunca antes un premio Nobel había estado en un encuentro de este tipo. Además, es saludable, porque a diferencia de las visitas de Saramago en 2004 y Vargas Llosa en 2007, esta vez el financiamiento ha sido proporcionado por una entidad pública, la empresa municipal de turismo de la ciudad.

Coetzee, tal vez el escritor vivo en lengua inglesa más relevante, ofreció una charla en el cierre de la primera jornada de la FIL, sobre la censura. La ponencia (analizada en las páginas 76-81 de esta edición) reflejó el carácter filosófico de la obra del sudafricano: cada idea estaba cargada de esas reflexiones que no acostumbramos en nuestras discusiones públicas, en las que todavía se habla del bien y del mal. Fue lo que había prometido Cecilia Ansaldo, presidenta del comité de contenidos de la FIL: «carne de pensamiento».

Esa ponencia contrasta con las palabras de apertura del alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, pronunciadas en la mañana, en la que algunos mitos populares fueron derribados: «El libro, no el perro, es el mejor amigo del hombre». Mientras presentaba a Coetzee, el alcalde también aclaró que «un Premio Nobel no es un simple premio a la forma de escribir», porque los galardones que reconocen la forma de escribir y no la trayectoria de un autor son cualquier cosa. También hubo una semiosis infinita sobre la importancia de la FIL: «Al decir cultural, y al decir feria, y al decir evento, digo turismo, y al decir turismo digo empleo, digo progreso, digo divisa». Con su intervención, Nebot trajo equilibrio al gran logro que ha sido la llegada de Coetzee.

En una escena de The Dark Knight, el Guasón amenaza con lanzar a Rachel Dawes desde un penthouse. «¡Déjala ir!», dice Batman, rudo como siempre. «Qué pobre elección de palabras», responde el Guasón, y hace exactamente lo que ordena el murciélago, la deja ir, y Rachel cae al vacío. El alcalde Nebot, entonces, es como el superhéroe: alguien no está escribiendo bien sus discursos.