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¿Se puede ser optimista en este año?
La respuesta a esta pregunta no implica ver el futuro color de rosa, ni dejar a un lado las exigencias frente al Gobierno y frente a nuestras propias vidas. Un ejercicio válido para responderla es poner sobre la mesa lo que se juega este año y tener claros los desafíos pendientes. Las expectativas de los ecuatorianos para 2014, recogidas a través de encuestas internacionales (Latinobarómetro) y nacionales (Cedatos), muestran una mirada favorable y esperanzadora de la población y ello no se explica solo por sensaciones personales, sino que tiene como base hechos.
Algunas muestras: Ecuador crece sobre el promedio regional y lo seguirá haciendo este año; la producción de petróleo, principal fuente de divisas, seguirá aumentado; las recaudaciones tributarias, que financian el presupuesto, continúan incrementándose (no por más impuestos, sino por la eficiencia del ente recaudador); el país tiene un nivel de desempleo de 4,57% a septiembre del año pasado, lo que implicaría tener pleno empleo (cuando la tasa de desempleo es de entre 4,5% y 5,5%), sin perder de vista que el subempleo y la informalidad todavía son altos; el índice de inflación está entre los más bajos de América Latina y se puede considerar que existe una estabilidad de precios, sin olvidar que los subsidios a la gasolina y al gas influyen en ello; el salario real de los ecuatorianos ha mejorado y eso, sumado al crédito, permite que el consumo interno dinamice la economía.
En materia social, la pobreza y desigualdad siguen bajando, las estadísticas de homicidios e inseguridad se reducen, y además, gracias a la mirada de largo plazo y a la planificación desde el Estado es posible ampliar el horizonte de gestión y dar pasos sólidos en los proyectos claves para el país, en infraestructura, talento humano y servicios sociales, por ejemplo. El Ecuador no es una isla y el contexto internacional tendrá su cuota de influencia, pero lo importante es que, a diferencia de otras épocas, el país parece estar mejor preparado para enfrentar contratiempos, como ya ocurrió frente a la crisis de 2009. “Será un año difícil, pero todo está planificado”, dijo recientemente el presidente Rafael Correa, refiriéndose a los grandes desembolsos para terminar los proyectos hidroeléctricos que rendirán frutos desde 2016. Creerle no es cuestión de fe, ahí están los hechos.