Es una labor que realiza hasta tres veces por semana. Lo hace con sus propios medios y recursos, con el fin de ofrecer charlas motivacionales a niños, adolescentes y padres de recintos y comunas de Guayaquil y Santa Elena.

Para Christian Arias Toscano, sicólogo infantil, la jornada comienza a primeras horas de la mañana.

Desde su domicilio en la ciudadela La Atarazana, toma un bus que lo lleva hasta el centro de la ciudad; de allí se embarca en otro que lo traslada hasta las inmediaciones de la urbanización Puerto Azul, en la vía a la Costa.

Una vez en el lugar otro bus lo lleva hasta el sitio donde dedica su trabajo: sea hasta Cerecita o Safando para lo cual se transporta en camionetas que lo llevan hacia el interior de esa localidad.

O también hacia la comuna Casas Viejas, donde los lugareños lo llevan hasta el sitio en motocicleta.

Son más de $ 2 en un día que invierte solo en transporte, sin contar con la alimentación y los implementos que utiliza para las charlas didácticas: de su bolsillo compra materiales como témperas, cartulina, láminas, plastilina para facilitar el aprendizaje de los niños, principalmente.

“Este trabajo lo hago de dos a tres veces por semana y desde hace un mes, cuando se activó el semáforo amarillo en Guayaquil”, explica Arias.

Para el profesional, esta labor tiene una finalidad importante: “la atención sicológica tiene que ver con la afectividad, a través de la interacción y la expresión de emociones; eso, adaptarlo al medio digital es complicado, porque la atención sicológica requiere un acompañamiento presencial de orientación tanto individual como familiar, tanto a niños como a adolescentes”.

Dentro de su experiencia en campo, advierte que ha notado una respuesta favorable en las familias que lo acogen, más aún porque ha detectado que muchos niños emocionalmente están afectados por el confinamiento obligado, debido a la pandemia del covid-19.

“Tomé la iniciativa de acudir a estos lugares, como parte de mi trabajo en el Ministerio de Educación, es que hay una gran dificultad en la conectividad; hay sectores que carecen de acceso a internet”, sostiene.

A esto se suma que los efectos de la pandemia han afectado mucho emocionalmente a todas las familias con las cuales trabaja, de allí que considera necesario continuar con esta ayuda a las comunidades que requieren este acompañamiento.

Y es que dentro de su ámbito de trabajo, sus visitas las realiza a recintos como Casas Viejas, Chongón, San Gerónimo, Colibrí, Safando, aunque advierte; “no he recibido ningún tipo de apoyo económico”.

Pero destaca la respuesta de las comunidades, pues los adultos le formulan preguntas, le cuentan anécdotas, incluso hay quienes requieren una atención más personalizada por un caso puntual.

Insiste que la voluntad de las familias es muy importante para facilitar el trabajo sicológico de recibir orientación acompañamiento, de un momento crítico con la pareja, o los hijos, esa respuesta ha sido excelente.

Marjorie Villao, de 34 años, y moradora de Casas Viejas apoya esta labor; “el profesor nos enseña cosas que sirven para educar a nuestros hijos; las charlas nos ayuda a guiarlos y a comprenderlos mejor”.

Lo mismo afirma Graciela Leyton, de 50 años. Para nosotros es una gran ayuda del sicólogo a pesar de que viene de lejos, nosotros colaboramos con nuestra presencia y con nuestros hijos para que mejoremos nuestra vida de familia y con los vecinos también, sobre todo en estos tiempos que es difícil salir como hacíamos antes por el problema del coronavirus. (I)