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El Telégrafo
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"Si el terremoto era seis meses atrás, yo moría, pero lo hacía en mi reloj"

La base del reloj quedó de pie, pero la torre que sujetaba la pieza se derrumbó en el terremoto.
La base del reloj quedó de pie, pero la torre que sujetaba la pieza se derrumbó en el terremoto.
Foto: Rodolfo Párraga / El Telégrafo
09 de mayo de 2016 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

Jorge Zambrano está sentado con las manos cruzadas. Sus ojos verdes resaltan, junto con su bigote entrecano, en un rostro que refleja sus más de 70 años, la mayoría dedicada al trabajo en el campo.

Es de Matapalo, de Calceta pa’ dentro, pero ha vivido en la cabecera cantonal de Bolívar desde muchacho. Cuando son las 16:47 está a la espera de la misa, a las 17:00, que da el párroco polaco Darío Miasik en el parque. Lo hace a la intemperie después de que la iglesia se convirtió en un lugar de riesgo luego del terremoto, aquel que tiene a más de uno todavía sin conciliar un placentero sueño.

Ahora, Zambrano está obligado a ver la hora en su reloj de muñeca, algo que no sucedía antes del 16 de abril mientras estaba sentado en el parque. Con pena señala unos escombros que se visualizan varios metros desde su triciclo, que le sirve de cómodo banco. “Allá, en ese poco de piedras, donde está esa base de madera, quedaba nuestro reloj”.

Era un monumento infalible de visitar para los viajeros, mientras que para los locales era su orgullo. El reloj era una pieza italiana llegada a Calceta allá por la década del 20, cuando los sombreros de tostada de paja mocora y toquilla de los montubios y cholos eran imprescindibles en los caballeros.

“El reloj era infalible, es que ‘Panchito’ lo tenía al pelo”, lanza Zambrano, mientras señala a Francisco Rodríguez, sí a ‘Panchito’, aquel personaje que conoce todo el pueblo, pero que pocos saben su nombre.

Por 25 años, Rodríguez fue el fiel cuidador de esta reliquia, que estaba ubicada al final de una torre que adentro tenía un museo con la historia de la pintoresca y productiva localidad. Pero se jubiló a fines del año pasado.

Desde que Rodríguez dejó la labor de mantener impecable el reloj, Zambrano resalta que algunas veces la pieza se quedó sin cuerda. Hubo un chico que le daba mantenimiento, “pero no era igual”.

‘Panchito’ acota: “Yo pasaba siempre ahí. Si el terremoto hubiera sido seis meses atrás, yo hubiera muerto, pero lo hacía en mi querido reloj...”.

Los sábados a las 18:58 (hora del terremoto), Rodríguez pasaba en la torre del reloj, limpiando piezas, ajustando binchas y engrasando piñones. Acota que era de péndulo, mecánico, “muy lindo, único”. Pasaba dándole cariño a su engreído, como él dice. Se salvó de la muerte por haber dejado su labor seis meses antes, debido al imperdonable paso de los años, pero una parte de su vida se fue con el reloj.

“Yo lo recibí en malas condiciones y lo puse al pelo, siempre estaba en hora”, lanza Rodríguez sobre el reloj, quien indica que tras el terremoto, la pieza se salvó, pero que “cuando empezaron a remover los escombros, pusieron a dos chicos a sacar el reloj y lo hicieron pedazos, no saben lo que hicieron, trataron como que si fuera cualquier cosa a un pedazo de la historia de Calceta”, expresa ‘Panchito’, quien siente esta tierra como suya. Pero es foráneo, de algunos kilómetros de distancia, como 20 minutos de recorrido en carro.

“Soy de Canuto, la tierra de los brutos”, dice con una risa pícara. Ese es un dicho jocoso para hablar de quiénes son de esta localidad de Chone, aclara.

Edita Zambrano también recuerda con nostalgia el tradicional reloj de su pueblo. “Es la primera vez que vengo caminando al parque desde el terremoto y me he quedado muy impactada de ver muchos emblemas caídos. Ahí estaba el reloj y allá el Municipio”, resalta.

Ella recuerda el terremoto de Bahía de Caráquez, de agosto de 1998, y lo compara con el de tres semanas atrás. “Todo fue tan diferente. La ciudad estaba creciendo en los últimos años y en un minuto todo se vino abajo”.

Resalta que “antes el parque era más bonito, tenía mejores bancas para sentarse a conversar. Además ahí estaba el reloj, imponente como era él”.

Su hija Patricia Álava, quien la acompaña, resalta la importancia histórica de la pieza. “Todos los que venían se enamoraban del reloj. Realmente era muy bonito, símbolo de Calceta”.

Los habitantes aseguran que Calceta tomará impulso y se levantará tras el terremoto, porque su gente es trabajadora y se partirá el lomo para hacer una ciudad mejor, pero que nunca será como antes, pues su reloj ya no estará más.

Tras la misa, Jorge conversa con ‘Panchito’ varios minutos. Entre risas y recuerdos, estos septuagenarios pasan  las tardes con otros amigos de tertulia. La vida sigue tras el sismo y el ánimo no decae, pero “el reloj siempre tendrá un espacio en mi vida, fue mi engreído”, dice Rodríguez, quien se monta en su bicicleta para dirigirse a casa  y merendar junto a su amada Flérida Ramírez, su compañera de más de medio siglo. (I)

36 toneladas de donaciones saldrán  de Ambato para las áreas afectadas

El atrio de la Catedral de Ambato volvió a ser escenario para receptar donaciones que serán entregadas esta semana a los damnificados por el terremoto de 7.8 grados en la escala de Richter, en la Costa.

La teleradiomaratón fue parte de las resoluciones del Comité de Operaciones de Emergencia (COE) de Tungurahua. De este modo, los miembros de las Fuerzas Armadas se encargarán de empaquetar, transportar y distribuir las 36 toneladas de ayuda que se recopilaron durante 9 horas.

El evento solidario se efectuó entre las 09:00 y las 18:00, una hora más de lo previsto por la disposición de los tungurahuenses para ayudar. En el acto participaron locutores locales y artistas nacionales, como Juanita Burbano, Fausto Miño, Grupo K-ché, Salserín, Gerardo Morán y otros.

Esta vez se solicitó a los ciudadanos que no donaran ropa y medicinas. Eso sí, se motivó para que entregaran alimentos no perecibles, pañales desechables, repelentes de insectos, agua purificada, juguetes, colchones, papel higiénico, pasta dental, shampoo y demás útiles de aseo personal y de cocina.

“Con mis hermanos y primos decidimos poner una cuota y comprar papel higiénico, shampoo, pañales desechables. Gastamos unos $ 200. Nos sentimos bien de ayudar a nuestros hermanos de Manabí y Esmeraldas. Ojalá que este tipo de eventos solidarios continúen, pues hace falta más”, aseguró el pillareño Luis Salazar, quien llegó a la Catedral con sus dos hijos.

El sitio escogido para la teleradiomaratón es un lugar de mucho significado para los más de 350.000 habitantes de la urbe. Ese lugar fue afectado por el terremoto de 6.8 grados que ocurrió a las 14:08 del viernes 5 de agosto de 1949 y que causó más de 6.000 muertos.

La gobernadora, Lira Villalva, anunció que para el 19 de junio se organiza una feria gastronómica para permitir que los desplazados por el terremoto vendan comidas preparadas con la sazón única de la Costa. Los detalles serán difundidos en los próximos días.

En el cantón Jama (Manabí), en cambio, la tragedia que vivieron sus habitantes los transformó. Es el caso de Ana Rocío Cedeño Cedeño, quien de ser víctima del terremoto se convirtió en voluntaria de la Cruz Roja Ecuatoriana.

Con 28 años, Rocío es madre de dos niños y es asistente de docente. Al igual que muchas familias, su hogar fue completamente destruido tras el sismo.

“Yo estaba preparándome para ir a la cama, cuando todo ocurrió, cuando todo comenzó a estremecerse. Yo corrí fuera de la casa con toda mi familia”, recordó.

La tragedia profundizó su sentido solidario. Es así como decidió unirse a la Cruz Roja.

“No podía ver a las personas sufrir y yo hice lo posible para ayudarlas con mis pocos recursos, pero estaba exhausta, ya no podía hacer más. Entonces, escuché que en la Cruz Roja podría ayudar. Así que fui hasta allá y les ofrecí mi ayuda como voluntaria”, dijo contenta. (I)

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