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El Telégrafo
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Un grupo de menores quieren convertirse en rescatistas cuando sean adultos

Entre sombras, los niños son una luz para los damnificados del terremoto en Jama

Varios menores no se conocían antes del terremoto. Ahora son amigos de juegos y aventuras.
Varios menores no se conocían antes del terremoto. Ahora son amigos de juegos y aventuras.
Foto: Rodolfo Párraga/El Telégrafo
30 de abril de 2016 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

Con los últimos rayos del sol, la mayoría de las personas ubicadas en el refugio del cerro de Jama se guarda (como ellos dicen). Cuando la noche se adueña del cielo, son pocos los que caminan entre las carpas.

Una luz led irrumpe entre las sombras y las pocas velas que se observan entre los toldos. Se trata de Lenín Ortiz, de 11 años, quien sostiene una linterna para verificar la presencia de extraños. ¿Quién es?, pregunta de inmediato, con total seriedad.

Cuando entra en confianza, Lenín es un niño curioso, preguntón, de aquellos que hablan, hablan y siguen hablando. Él, con otros menores, se siente útil para el campamento al rondar la zona y ver que todo esté en orden.

También está Bryan Vera, de 12 años. Ambos se conocían de saludos antes de aquel 16 de abril, que cambió sus vidas. “Ahora somos muy buenos amigos, siempre andamos juntos”, asevera Bryan, quien al ver la ayuda brindada por las distintas autoridades tras el terremoto, ha decidido que quiere ser militar cuando sea adulto.

Lenín encabeza el recorrido entre las carpas. Alumbra todo lo que se mueva. Es risueño. Su meta es ser bombero. “Quiero ayudar a las personas cuando haya otro terremoto”, sostiene el menor, mientras observa a su alrededor.

Pocos grupos de personas conversan. En varias carpas se cocina la merienda. El plátano no puede faltar en la comida manabita, junto con el maní. El alimento es a base de atún, debido a las donaciones recibidas. En el refugio están bien provistos de agua.

No hay mayores problemas con la gente de la zona, pero sí con quienes ingresan. “Ahorita recién cogieron a un tipo que andaba robando con un cuchillo. Él no es de aquí, de seguro quería ver qué se podía llevar”, indica Luis Jama, quien está sentado, junto a su hermano Marco, al filo de un barranco.

“Créame que escuchar reír a los niños es algo que me llena de vida y esperanza. Ellos son el futuro de nuestro pueblo, por ellos debemos luchar y reconstruir nuestra ciudad, les tenemos que dar lo mejor”, dice Luis, quien tiene 4 hijos.

En la caminata en círculos por el campamento, que dura más de tres horas, aparece Yuris Quiroz, de 12 años. Su linterna es diferente, está impregnada en la gorra que tiene. “Oye, está bacansísima esa luz”, dice el ocurrido Lenín.

Para Yuris, el tema principal de conversación es el fútbol. Su sueño es jugar algún día junto a Enner Valencia. “Yo entreno en el equipo del colegio, juego como lateral izquierdo”, indica.

Su casa está destruida luego del terremoto, al igual que la mayoría del sector Los Tamarindos. Entre los pedidos de ayuda, hay uno principal de Yuris: “queremos una pelota de fútbol para poder jugar”.

Los menores se divierten corriendo por el cerro, jugando a las cogidas o contando chistes. Las linternas cumplen una labor importante en su distracción también. Lenín cuenta que se levanta a las 04:00 a dar vueltas por el sector. “Veo a varias personas despiertas. Yo no puedo dormir, porque tengo miedo de que haya otro terremoto”. Sus horas de sueño han variado drásticamente después del 16 de abril. “Antes me despertaba a las 08:00 y dormía en las tardes, ya no puedo hacer eso”.

Su compañera de clases, Iris Quiroz (hermana de Yuris), también es parte del grupo de menores que camina por el campamento ayudando a cuidar que todo esté bien. Es un juego de niños, en el que ellos sienten que son parte del cuidado de las más de 500 personas del lugar. “Yo quiero ser doctora”, dice brevemente Iris, quien está junto a Nahomi Loor. Ellas también piden una pelota para jugar fútbol “y además queremos muñecas”.

Son cerca de las 23:00 y poco a poco los menores se enrumban hacia sus carpas para descansar con sus familiares. El último en irse a dormir es Lenín, quien da una última vuelta por el campamento. “Tengo que ver que todo quede en orden”, dice el pequeño. Además del cerro, hay otros refugios para los damnificados, como Salima, El basurero, El Matal, El Venado, Potrero, Don Juan, Punta Blanca y Punta Prieta. Hasta el momento en Jama se registran 25 fallecidos. (I)

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