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El Telégrafo
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Terremoto en Ecuador 100 días

En Muisne los negocios aún esperan por turistas

La gente no olvida lo vivido en el terremoto y añora que vuelvan los turistas.     Muchas calles lucen desoladas. Las casas destruidas permanecen bajo el agua.
La gente no olvida lo vivido en el terremoto y añora que vuelvan los turistas. Muchas calles lucen desoladas. Las casas destruidas permanecen bajo el agua.
Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
26 de julio de 2016 - 00:00 - Verónica Endara

Han pasado 100 días desde que la tierra tembló. Entre los isleños persiste el miedo y aún conversan sobre esos 42 segundos de terror.

El 16 de abril varias casas y negocios se desplomaron, pero todos sobrevivieron. Lo que ahora preocupa a las autoridades es que después de esa noche seis personas han fallecido con infartos cardiacos como consecuencia de las réplicas.

La isla de Muisne se ubica a unos  300 metros del continente y su playa se extiende por 8 km.  Ese manglar paradisiaco ahora luce desolado. Los propietarios de restaurantes, farmacias, peluquerías y tiendas abren cada mañana con la esperanza de recibir a los turistas, que antes del 16 de abril llegaban atraídos por el clima y el mar.

Los negocios ubicados en la  calle Isidro Ayora, la vía que atraviesa la isla esmeraldeña, atienden con normalidad.

Los niños que aún permanecen en el poblado -los demás continúan en los albergues instalados por el Gobierno- se divierten en el parque infantil, ajenos al temor que aqueja a los adultos: unos le temen al desalojo y otros a que la tierra nuevamente haga sentir su poder.

Los más grandes prefieren pasar las horas jugando al fútbol en una cancha improvisada que interrumpe el tránsito en una calle aledaña, mientras los alumnos de la  unidad educativa San Luis Gonzaga asisten a clases.

Los habitantes llamaron a la isla Muisne en honor a la abundancia que proveía la naturaleza. Ahora basta recorrer la calle Vicente Rocafuerte, en una zona alejada del centro, para constatar el daño. Los escombros de casas de madera y hormigón destruidas permanecen bajo el agua. Algunos de sus ocupantes hoy observan a unos metros de distancia para convencerse de que sobrevivieron. Aún así aseguran que no abandonarán la isla.  

Eli Torres, jefe de la Unidad de Gestión de Riesgos del Municipio (que ahora trabaja desde la zona continental), da cuenta de  280 viviendas colapsadas y más de 700 construcciones afectadas.

En el cantón las cifras ascienden a 2.577 construcciones afectadas: 747 destruidas y 120 serán demolidas. Además, 3.301 damnificados, 34 heridos y 9.028 albergados. Actualmente existen 67 albergues o refugios temporales en toda la zona.

Pese a las carencias de servicios básicos y a los peligros que corre la isla, la mayoría de sus habitantes dice que no la abandonarán. Con miradas tristes comentan que lucharán por salir adelante.  

“El que quiere irse que se vaya, yo no voy a correr. Solo hay que estar con Dios”, dice Martha Klinger, de 65 años. Abre su restaurante todos los días, pese a que el único día que tiene clientes son los domingos.

Según una resolución de la Secretaría de Riesgos, la isla fue declarada zona de riesgo por inundación de tsunami, con lo que se prohíben los asentamientos humanos.

Los precios bajan para incentivar a visitantes

Las actividades productivas del cantón se han normalizado en un 30%. La gente vive de la pesca y la recolección de conchas. La ausencia de clientes hizo que los precios bajaran. La libra de camarón se encuentra desde $ 3; mientras que la de pescado a $0,20; las 100 conchas a $ 5, y los fines de semana los platos en los restaurantes cuestan $4.

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