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El consabido rollo de administrar bien fama y plata

El consabido rollo de administrar bien fama y plata
22 de agosto de 2014 - 00:00 - Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Nuestro fútbol puede ser uno de los mejores del mundo. Talento no falta, mucho menos voluntad y ganas. De hecho, varios especialistas consideran que contamos con óptimas condiciones para ello: clima, diversidad étnica, gastronomía, etc. Entonces, ¿qué nos falta para alcanzar ese objetivo?

Yo diría que, ante todo, saber administrar la fama. Ocurre que es muy difícil para el jugador ecuatoriano llegar a niveles y estándares de excelencia sin antes superar problemas de orden ‘doméstico’, familiar, económico y hasta de farandulería criolla. ¿Es culpa y absoluta responsabilidad del jugador? No. Ahí está el problema. No me atrevería a decir que se trata de un asunto ‘cultural’, estructural o de orden político-social. Pero algo hay de eso y de otros asuntos más.

Lo ocurrido en el Mundial Brasil 2014, que todavía no tiene una amplia explicación y mucho menos una solvente discusión, es un síntoma de ello. Y muy gráfico.

Si nos atenemos a los rumores y a la falta de información, gracias al denominado ‘código de camerino’, podríamos señalar que en los tres partidos jugados de ese torneo primaron otros factores antes que el fundamental: jugar por la gloria. En esa misma lógica, no entendemos cómo jugadores de la talla de los que alinearon como titulares no pudieran ganar a Suiza o a Francia, como sí lo hicieron otros, como Costa Rica, a grandes equipos, llenos de títulos y experiencia.

Ahora sabemos que hubo pujas internas, disputas personales, cálculos de dinero y, si es cierto, distracciones de ‘faldas’. Y eso explica, más allá de lo visto en la cancha, por qué no estuvieron concentrados para ganar el mayor premio mundial que da un torneo como el de Brasil: la gloria y el reconocimiento histórico.

Hay excepciones, jugadores que hicieron su trabajo muy profesionalmente. La afición sabe quiénes son. Pero ellos, solos, no pueden hacer todo el equipo. Ahora también hay dudas latentes: ¿los jugadores se imponen a los técnicos cuando estos no tienen suficiente autoridad? ¿Los entrenadores se dejan imponer la alineación para no perder el cargo y los ingresos económicos? ¿Hasta dónde los jugadores tienen la disciplina táctica y estratégica de la que hablan los comentaristas radiales y de televisión? Si no obedecen al director de la orquesta, ¿no es obvio que salen ‘desafinados’, incómodos y hasta remordidos a la cancha para enfrentar a rivales con ansias de gloria y de millones de dólares?

Nadie puede dudar de que hemos avanzado mucho en el fútbol, pero nos falta disciplina y cultura para alcanzar la gloria en la historia. La responsabilidad de formar jugadores también pasa por eso. En otras palabras: la ausencia de una pedagogía para administrar la fama y la plata nos está pasando factura.

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