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19 hombres arman embarcaciones al aire libre

Tradicional astillero construye entre 6 y 8 barcos al año en Manta

Durante todo el día y bajo los ardientes rayos del sol, los obreros martillan, taladran y cortan madera para construir las naves. FOTO: CARINA ACOSTA.
Durante todo el día y bajo los ardientes rayos del sol, los obreros martillan, taladran y cortan madera para construir las naves. FOTO: CARINA ACOSTA.
11 de abril de 2014 - 00:00 - Redacción Economía

La brisa del mar no es capaz de aplacar el calor del mediodía, por el contrario, el sol cae perpendicularmente y amenaza con calcinar hasta los huesos.

Solo los carpinteros navales que pasan 8 horas diarias en la playa parecen haber llegado a un trato de resistencia con el astro rey, porque de 8 a 5 martillan, taladran, cortan madera, y suben y bajan por las cañas amarradas que sirven de asientos y ascensores para llegar a las grandes estructuras que construyen, sin darle atención al calor.

La playa de Tarqui, al norte de Manta, provincia de Manabí, es una de las primeras imágenes panorámicas que tienen los turistas a su entrada al puerto manabita.

El tránsito es rápido por la avenida que va del aeropuerto Eloy Alfaro al centro del puerto atunero, con la imagen del mar a un costado; pero la velocidad no impide que poco antes de llegar al mercado de mariscos se repare en una gran estructura de madera que sobresale y parece tomarse la vereda.

Se trata de un astillero, un taller al aire libre en donde se construyen entre 6 y 8 embarcaciones de madera y fibra al año, para la flota pesquera que llega a cerca de 1.000 unidades, según Braulio Cedeño, presidente de la Asociación de Carpinteros Navales de la ciudad.

Lo que roba la atención de los transeúntes y turistas es la quilla de un barco en construcción, una gran estructura con aspecto de esqueleto que es la columna vertebral de la embarcación que estará en el mar en unos 3 meses.

El sol sigue quemando y a esa hora, lo único que se escucha es el golpe agudo de los martillos sobre el metal, alternado con la soldadura y el choque de las olas.

“Aquí todo es trabajo, no hay parte fácil, comenzando por la quilla”, dice Segundo Reyes, quien lleva 20 años en el oficio y tiene a su cargo a todo el cuerpo de constructores.

Junto a ellos descansan restos de la actividad: maderos, serrín, llantas viejas y basura. Más allá, la pesca también ha dejado huellas: vísceras y restos de pescados que las gaviotas no desaprovechan. Satisfechas parecen bostezar con un graznido ensordecedor.

Son 19 hombres los que trabajan armando embarcaciones de 2 tipos: pinchagueras, para capturar peces pequeños como caritas; y las de anzuelo, para los medianos como el picudo.

Hacen su trabajo tal como lo aprendieron de sus ancestros navegantes, los más tecnificados han recibido uno que otro curso.

Y es que es un trabajo que aún obedece al empirismo. “Todos hemos aprendido con los años y la experiencia”, agrega Reyes.

Adentrándose en este taller es difícil dar un paso sin temor a tropezar, porque los cables que ponen a funcionar taladros y cortadoras eléctricas de madera se enredan en los pies como culebras marinas.

Podría ser un problema o no. Después de todo, el conocimiento obtenido hace que estas embarcaciones se aventuren al mar por 20 o 25 días sin sufrir desperfectos.

Pero, el hecho de que la modernidad no haya llegado, también aumenta los peligros a los que están expuestos. “Trabajamos a la antigua así, sin maquinaria, para subir un palo hay que hacerlo con un andamio”, comenta Reyes.

La preocupación de algunos es que mientras se sueldan las estructuras metálicas, una de las piolas se suelte y cause un accidente. Aunque no es algo que les quite el sueño.

Han intentado obtener financiamiento para tecnificarse, sin embargo la inversión sería muy alta para quienes viven con $250 semanales.

Cedeño no es muy hábil con las palabras, pero opina que unos andamios más modernos serían ideales para mejorar el trabajo.

Cada barco, dependiendo del tamaño, puede costar de $ 300.000 a $ 600.000, y aquí se construye un promedio de 8 al año.

Lamentablemente por estos meses el negocio ha bajado, porque los pescadores no necesitan incrementar la flota, debido a que las pinchaguas, caritas, dorados, albacoras, picudos, entre otros, se han alejado y los obligan a adentrarse al mar por 8 y 10 días más.

Sin embargo, para la temporada de verano, estos constructores esperan mejor pesca para sus clientes y mejor demanda de navíos.

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