Ecuador, 02 de Mayo de 2024
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El Telégrafo
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Análisis

El ‘síndrome’ Rivera: cada quien sacará sus lecciones

Patricio Rivera firmó un texto que se divulgó como comunicado de prensa, sobre papel membretado de la Presidencia de la República. Esta fue la primera curiosidad de la salida del exasesor del Jefe de Estado. Esta es la segunda perla: “En la primera etapa de gobierno, mi compromiso con el Presidente (...) fue apoyar el proceso de transición, pese a que (...) fui designado superintendente de Economía Popular y Solidaria. Con el Mandatario hemos considerado importante que es el momento de asumir aquella dignidad (...)”. Una verdadera pieza de colección.

Si se lee con ojos ingenuos, Rivera fijó tiempos, plazos y condiciones al Presidente para hacerle el favor al nuevo Gobierno. Pero la política no es un inmaculado cenáculo de ingenuidad rampante. Minutos después de emitir este texto, que parece escrito frente a un espejo, donde el renunciado anuncia su salida hacia un cargo que espera por él desde hace varios meses, la Secretaría de Comunicación echó a correr otro, con una versión menos consensuada y más cruda que muestra lo ocurrido entre el exasesor y el Presidente.

Ahí se advierte que hubo una dolorosa cirugía mayor dentro del frente económico, donde Rivera fue uno de los 3 pacientes en el quirófano de Carondelet. “El Presidente resolvió la renovación parcial de su equipo económico. El Primer Mandatario agradeció los servicios y destacó el trabajo de Patricio Rivera, (...) Wilson Mayorga, gerente del Banco de Desarrollo; y Diego Martínez, miembro de la Junta Reguladora Monetaria y Financiera”.

Rivera, Martínez y Mayorga, sobre todo el primero de ellos, siempre estuvieron en la mira de la crítica pública por su papel en la gestión económica del Gobierno anterior. Ocuparon cargos muy elevados y de responsabilidades estratégicas; estuvieron en espacios de poder donde se adoptaron decisiones determinantes; fueron parte de la estructura conceptual y operativa del esquema económico aplicado durante una década. Fueron, en suma, la encarnación del poder.

Se discrepará o no con su tarea como funcionarios públicos. En lo que no hay disenso es en lo que representan: la prolongación de una visión económica del país. Ahí  brota un tufillo de poca ética y oportunismo: habiendo ocupado cargos tan altos en la era Correa, sorprende que se hayan aferrado en la era Moreno, cuando este Gobierno marcó distancias del estatismo dolarizado de Correa, hoy inviable con un crudo de $ 40 el barril. Así de simple... (O)

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