El término ‘termitas fiscales’ es un concepto acuñado por Vito Tanzi en la década del noventa, que relaciona el poder que ejercen los mecanismos de planificación fiscal para erosionar poco a poco los cimientos de los sistemas tributarios.

La genialidad del término es que, al igual que las termitas, estos grupos o estructuras organizadas trabajan silenciosamente para desmontar y perforar poco a poco la base imponible y, a lo largo de las décadas, ir restando la capacidad de control de la administración tributaria. El concepto se desarrolla en un marco de globalización mundial del comercio y del capital. Tanzi identifica al menos 8 tipos de termitas: las transferencias y comercio electrónico, comercio intra-firmas, los nuevos derivados financieros, imposibilidad de gravar el capital financiero, los paraísos fiscales, entre otras. Una vez que las termitas han hecho su trabajo, los países -muy tarde- se dan cuenta de que la suficiencia fiscal está erosionada a través de exenciones, deducciones, rebajas y toda clase de prebendas a diferentes grupos relacionados con la globalización de la economía nacional (importadores, exportadores, pseudoinversionistas, etc.).

A pesar de que este término ha calado en el debate fiscal a nivel internacional, en Ecuador el término es desconocido y este fenómeno pasa desapercibido justamente por su opacidad. Solo se hace sentir cuando la estructura está roída y resulta muy difícil corregir los problemas.

Otra de las características de las termitas es que son simbióticas a los grupos de poder, ya que son estos quienes más se benefician de ellas para reducir su pago de impuestos en la sede nacional y, al mismo tiempo, los grandes polos financieros cautivan a capitales que buscan burlar las normas tributarias y así competir de una forma desleal en la atracción de capitales. Esta condición de beneficio mutuo para los que buscan evadir impuestos y países que quieren atraer capitales hace que las termitas estén destinadas a sobrevivir en el contexto del nuevo capitalismo financiero.

Las reformas tributarias estructurales como aquellas de fiscalidad internacional, luchan contra los paraísos fiscales, intercambios de información, límites a las deducciones por concepto de activos intangibles, transparencia, entre otras, son la medicina más efectiva para combatir a las denominadas termitas fiscales.

Lastimosamente, es una enfermedad incurable. Las termitas fiscales no se mantienen estáticas, mutan y se reconfiguran con los años; cada vez son más diversos los mecanismos y se reacomodan a la realidad socioeconómica e institucional de los países, en función de las nuevas formas de relaciones productivas que ofrece la globalización. No obstante, lo medular de la discusión no es si las termitas vinieron para quedarse, el riesgo es que los gobiernos piensen que se las ha eliminado. Cuando los gobernantes y los países creen  haber hecho lo suficiente, sin duda, es el ambiente propicio para que este fenómeno fiscal comience a sembrar las raíces y la casa fiscal vuelva a ser erosionada en el futuro.

Esto es común una vez que los países han llevado a cabo grandes reformas estructurales que limitan el papel de las termitas. Esa confianza excesiva es el germen del fracaso fiscal del futuro. No hay que olvidar que las élites siempre estarán buscando activar los mecanismos para generar beneficios y espacios apropiados para que las termitas fiscales puedan ejercer su poder de corrosión. Las quejas, las molestias sobre la dificultad de los impuestos, las supuestas trabas al comercio y al desarrollo empresarial, son parte del discurso que alimenta el deterioro de las herramientas que previenen la erosión de bases tributarias y favorecen a los intereses particulares.

La arremetida de los últimos meses contra los impuestos, el desprestigio que se busca dar a la Administración Tributaria, sumado a rumores de pasillo, socavan los cambios que el país ha logrado en materia fiscal. Las termitas fiscales pueden estar más cerca de lo que la Revolución Ciudadana se podría imaginar.