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Un mundial para los más ricos y algunos pobres con suerte

El  sueño del brasileño de ver a su selección en la final del Mundial en el mítico estadio Maracaná se esfuma rápidamente al sacar cuentas: la entrada más barata cuesta medio salario mínimo, evidencia para muchos de la “elitización” que trae el torneo al país.  

Más de un millón de las 3,72 millones de entradas para la Copa del Mundo comenzaron a ser vendidas ayer  a través del portal de la FIFA. Esta es la primera de tres fases de venta y se extenderá hasta el 10 de octubre, cuando se adjudicarán los boletos.

Los organizadores  esperan que cerca de 600.000 extranjeros lleguen a Brasil durante el MundialLos precios de las entradas se dividen en categorías: de la 1 -la más cara- a la 3 -la más barata- para extranjeros que pagan en dólares, e igual de la 1 a la 3 para brasileños, más una cuarta creada con precios más económicos solo para locales, todas ellas negociadas en reales.

El boleto más barato para un extranjero es de 90 dólares, para un partido de fase de grupos, y el más caro, la final en Río, por 990 dólares en la categoría 1.

Para los brasileños, las mismas entradas costarían 60 reales (25 dólares), en categoría 4, y 1.980 reales (825 dólares). “Hay que entender la Copa como parte de un proceso de estandarización y fundamentalmente elitización del fútbol que pasa por la expulsión de los pobres de los estadios”, considera Gustavo Mehl, del Comité Popular de la Copa, uno de los movimientos más críticos a la organización del torneo por sus altos costos económicos y sociales.   

“Muy caro”

La selección brasileña solo jugará en Río de Janeiro si llega a la final. Imposible repetir esa foto de 1950 con el Maracaná desbordado con 200.000 personas -la nueva capacidad es de 73.000-, muchos de los cuales asistieron al partido porque en determinado momento se abrieron los portones y se dio entrada franca.

“En la final de 1950 (en Brasil), la entrada equivalía a un poco más de 2% del salario mínimo de aquella época. En la final de hoy, haciendo la misma comparación, el boleto más barato sale a 330 reales, que corresponde a 50% del salario mínimo”, dice Mehl.

El salario mínimo en Brasil es de 678 reales (282,5 dólares). Un 23,6% de la población vive con hasta un salario mínimo y 22,4% vive con entre uno y dos salarios mínimos, según datos del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE, estatal).

Los organizadores esperan que cerca de 600.000 extranjeros viajen a Brasil y que en total tres millones de personas se muevan entre las 12 ciudades sedes.

“Media entrada” limitada

Por ley, estudiantes y mayores de 60 años tienen derecho en Brasil a pagar la mitad de la entrada en eventos culturales y deportivos, incluido el fútbol. Para la Copa, la FIFA accedió a la “media entrada”, pero limitada a un cierto número de personas y solo en la categoría 4.

En la primera fase se venderán 400.000 entradas de la categoría 4, dando prioridad “con 300.000 a aquellos elegibles para descuentos”, explicó la FIFA.

90 dólares costará la entrada más barata para un extranjero que quiera ver un partido de la fase de gruposAsí, un boleto para asistir a la final podría llegar a 165 reales (68,75 dólares) con el descuento, en vez de 330 reales en tarifa común. Indígenas y beneficiarios de programas sociales para combatir la pobreza también tendrán derecho a “media entrada”.

Los mayores de 60 años podrán también comprar con descuento entradas de las categorías 1 a 3. “Muy probablemente la FIFA redujo lo que iba a cobrar por la presión de las protestas”, explicó por su parte Chris Gaffney, un universitario estadounidense que estudia el impacto urbanístico de grandes eventos deportivos en Río.

Gaffney se refiere a las masivas manifestaciones que en junio, durante la Copa Confederaciones, convocaron a más de un millón de personas en todo el país contra la corrupción y los millonarios gastos públicos en estadios para el Mundial, en vez de inversiones en salud, educación y transporte.

El precio de las entradas para el fútbol local también ha aumentado en los nuevos estadios mundialistas. “Y eso no cambiará, es la nueva política del fútbol brasileño”, zanjó Gaffney: un espectáculo para “consumidores”  y no para hinchas.

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