“No sepultemos tan pronto al Chucho Benítez”
Es lunes 29 de julio y tengo un viaje a Cuenca para las 07:00. Son las 07:20 y aún no han llamado a embarcar. No me preocupa el retraso, debo estar en Azogues a las 14:00. Explican que los fuertes vientos no permiten despegar.
Luego de pocos minutos subimos al bus que nos traslada al avión. Miro por la ventana y agarro el teléfono, antes de apagar -por este maldito vicio de revisar las redes- leo decenas de tuits que se lamentan por la muerte del “Chucho”. No puedo quedarme callado y comento con mi vecina, que algo murmura. Nuevamente me pego a la ventana y no puedo evitar recordar, rememorar sus goles y llorar. A lo largo de la semana, poco a poco hemos conocido más de su vida, abuela, madre migrante, su padre Ermen Benítez, su esposa e hijos. Hoy será su sepelio; pero creo que no debemos sepultarlo tan pronto. Conviene antes reflexionar en qué se ha convertido el fútbol, en una cultura de masas, el mercado y el espectáculo; incluso la competencia sacrificada. Es un juego donde se apuesta la pasión.
Es importante discutir las exigencias y condiciones para esos deportistas, los sacrificios y condiciones que tienen que soportar con salarios diferenciados, muchas veces sin seguridad social y menos con contratos de seguro de vida a pesar de ser una carrera corta y que no está exenta de que cualquier loco se sienta mal por un gol no rechazado o un tiro penal fallado y se asuma justiciero eliminando al “responsable” de sus infortunios.
El fútbol vive una mercantilización que le ha dado más fuerza a la transacción comercial y al espectáculo. Los millones que suponen los fichajes banalizan elementos que son centrales como las condiciones en las que entrenan y las exigencias a las que son sometidos (físicas y psicológicas). ¿Han pensado los clubes que largas horas de práctica pueden generar más de un infortunio?
Esperemos un poco más antes de sepultar al “Chucho”, aprendamos que su profesionalidad es fruto de un largo proceso que inició a los 10 años, a los 13 fue campeón y a los 19 ya jugó unos minutos en el Mundial de Alemania. A partir de esta experiencia, me parece que es bueno que podamos conocer las condiciones contractuales para reclutar a niños de 10, 11 o 12 años.
Me parece justo que la Ecuafútbol (FEF) corra con los gastos -eso he oído- del sepelio, pero el “Chucho” se merece más. Por ejemplo, ¿por qué no discutir, como homenaje a su profesionalismo, que en el torneo de 2014 no existan cuatro extranjeros sino tres y en el 2015, dos? Eso ayudaría a paliar la crisis que también tocó las puertas del fútbol ecuatoriano. Para compensar en el próximo campeonato pongamos dos juveniles y en el subsiguiente tres. Estoy convencido de que ganaría el fútbol, aunque pierdan ciertos empresarios... Con identidad, cadencia, risas de jóvenes que trabajan mientras se divierten... La cancha recuperaría la irreverencia de los atrevidos que deciden, a veces, ignorar la táctica. Al final los goles llegarán…
Conviene reflexionar lo justo para que hinchas, periodistas y empresarios meditemos sobre el racismo en los escenarios. Los estadios pueden sacar lo mejor que tenemos como sociedad, pero también lo peor de nuestros complejos y rémoras sociales… No pasemos por alto los insultos de racismo, homofobia y regionalismo, cuando hay un gol no convertido. No sepultemos tan pronto al “Chucho”, quizá tengamos tiempo para pensar en respuestas a una de estas inquietudes.